GONZÁLEZ
La presea mental de Tokio 2020
"Es el semillero el cual debemos formar, con el afán de no solo volver a colgarnos una presea tan esquiva últimamente para nuestro país, sino que..."
Esteban Bustos fue el deportista que cerró la participación del Team Chile en los Juegos Olímpicos de Tokio. Bustos fue eliminado en la prueba del salto ecuestre al cortarse la rienda del caballo. Tras lo ocurrido, se mostró afectado, señalando una sensación de injusticia por lo acontecido en su competición. Esas mismas manifestaciones emocionales de frustración y malestar, han dejado en evidencia muchos deportistas olímpicos, en el cual nuestros atletas nacionales no han sido la excepción.
La participación de la piragüista María José Maillard, en las semifinales de la categoría C1 200, habría estado marcada por una sensación de presión a causa de las posibles expectativas que la gente habría tenido de su participación, según lo declarado al término de la competición. Nuestra atleta nacional, no sólo debió lidiar con los pensamientos propios de la presión mental, sino que además debió convivir con un duelo reciente, por la partida de su abuela. Si para una deportista ya es un desafío propio del alto rendimiento gestionar la presión psicológica, el proceso de aceptación a un duelo suele ser un desafío personal aún mayor, a lo cual hubiese sido importante que María José contará con su psicóloga deportiva dentro de la delegación olímpica que viajo a Tokio, según lo señalado por la misma deportista.
Otro de los hechos que marco la participación del Team Chile en Tokio 2020, fue lo ocurrido con el pesista Arley Méndez, quien tras quedar fuera de competencia en la categoría de 81 kilos, habría aludido a su afección psicológica como una condicionante de su rendimiento, las cuales quedan representadas en sus declaraciones al haber asumido su consumo de marihuana tras marcar positivo en la prueba de doping en Mayo pasado. Desde la psicología se puede entender su decisión como propio de una conducta de escape o huída al estado de ansiedad vivido en aquel entonces, el cual posiblemente se habría acrecentado al aproximarse a los Juegos, según lo expresado por el propio atleta de no poder aguantar más su estado de sufrimiento y de posible depresión, queriendo inclusive dejar la actividad deportiva.
La gestión del aspecto psicológico ha sido un tema que ha generado opiniones diversas en estos Juegos Olímpicos, sobre todo posterior a la decisión adoptada por la gimnasta estadounidense Simone Biles, quien al sentir una presión que la tuvo al borde del colapso, mantiene una vigencia actual sobre todo en nuestro país. Es posible que muchos de los atletas que han participado durante estos Juegos Olímpicos han convivido con emociones latentes desde el inicio de la pandemia, tras ver interrumpidas sus rutinas de entrenamiento y competencias a las cuales estaban acostumbrados, afectando no solo su preparación deportiva sino que inclusive su identidad deportiva.
No sería descabellado pensar en que toda la gestión emocional trabajada por estos atletas durante meses, haya tenido su examen final en Tokio 2020, en donde se hace imperioso el trabajo que los psicólogos deportivos puedan seguir realizando con los atletas olímpicos que busquen su clasificación a Paris 2024, pero también con los deportistas que aún se están formando para el alto rendimiento, emulando a las grandes potencias quienes invierten en el deporte escolar e universitario. Es el semillero el cual debemos formar, con el afán de no solo volver a colgarnos una presea tan esquiva últimamente para nuestro país, sino que para sembrar en sus vidas la importancia de la psicología para el bienestar y para el alto rendimiento.