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ORTEGA

Fin de ciclo y partir de nuevo

Fin de ciclo y partir de nuevo
LEANDRO BRITO/PHOTOSPORT

Seamos claros y no nos vayamos por la tangente: es muy difícil que Chile pueda estar en el próximo Mundial de Qatar. No es imposible, pero las probabilidades quedaron en su punto más bajo, tras la derrota contra Perú. Lo que más decepciona es que el equipo no hacía un mal partido en Lima y un descuido en un saque de banda resultó fatal. Cuántas veces se ha dicho que no te pueden hacer un gol en ese tipo de jugadas, pero pasó, pasa y seguirá pasando. La veleidad del fútbol, a veces, actúa a mansalva.

Claro, después con el 2-0 en contra y a siete puntos de distancia del repechaje la crítica se torna más dura e inconsistente con el genuino trámite del partido. Chile realizó un correcto primer tiempo en el Nacional de Lima: el eje del juego mayoritariamente estuvo en el sector de los peruanos, la intensidad de las acciones fue mayor que antes y llegó con más peligro que su oponente al arco rival. En el complemento, la segunda cifra local trastocó todo, porque si a la Roja le cuesta un mundo convertir, aspirar al menos a emparejar ese marcador sabíamos todos que iba a ser prácticamente imposible.

Por supuesto que Martín Lasarte es el principal responsable de que la Roja no haya podido todavía corregir su rumbo en las Eliminatorias. Si las cosas fueran al revés y el uruguayo hubiera podido meter a Chile en puestos de clasificación, pasaría lo mismo, aunque tampoco nos mintamos. Muchas veces cuando el éxito campea como que la responsabilidad del DT es más líquida. Se extiende en mayor medida hacia los jugadores o no decíamos que la Roja prácticamente no necesitaba entrenador en el mejor momento de Juan Antonio Pizzi en la banca nacional. Hay una brecha de igualdad en la asignación de responsabilidad frente al éxito o el fracaso de cualquier dirección técnica.

Se pueden decir muchas cosas de la gestión del DT, pero sí hay un asunto que está claro: el hombre ha hecho la pega. Probó distintos sistemas de juego y hoy la Selección maneja al menos tres esquemas posicionales (1-4-3-3, 1-4-4-2 y 1-3-5-2), lo que genera una serie de derivaciones en las organizaciones ofensivas y defensivas. El que anduvo más o menos mal perdió su lugar y quien insinuó que podía realizar un aporte distinto entró en su momento al equipo. La sensación es que el DT está agotando todas las instancias y parece no haber vuelta atrás en la falta de resultados favorables.  

Desgraciadamente estamos llegando al momento que nadie quería vivir. Cada vez es más profunda la certeza de que el fin de la mejor etapa en la historia de la Roja es realidad. Cuesta decir que todo se acabó, pero la cosa es así no más. Las señales de fin de ciclo surgen por todos lados y principalmente en la cancha.

¿Acaso Chile no mereció al menos igualar contra Uruguay, vencer a Colombia, golear a Bolivia y lograr un esforzado empate ante Brasil? La Roja, por lo tanto, podría tener seis puntos más en la tabla de posiciones y estaría rasguñando el repechaje y además con la ilusión de quedarse con el último cupo de clasificación directa a Qatar. El desarrollo futbolístico que permitió inclinar la balanza a favor en momentos clave de los partidos ya no existe, porque algunos de sus artífices desaparecieron de las convocatorias y los que aún quedan no son los de antes. Decepciona, pero el tema es así.

Imaginemos que el equipo se recupera, logra revertir la desventaja en las Eliminatorias y consigue finalmente clasificarse al Mundial. Todavía existe un mínimo margen de acción, pero para que subsista Chile debe derrotar a Paraguay y Venezuela en San Carlos de Apoquindo. Si la Roja, contra todo pronóstico, llega a Qatar será el final soñado de una gran generación de futbolistas que desde Sudáfrica 2010 engrandeció, en su ámbito, al país. Sin embargo, después de eso igual se acabará todo.

Tendrá que surgir una nueva Roja, aunque algunos ilustres de la década fantástica del 2010 se nieguen al adiós definitivo. No parece descabellado pensar que Claudio Bravo, Mauricio Isla, Gary Medel, Charles Aránguiz, Alexis Sánchez y Eduardo Vargas estén dispuesto a echar una mano en el inicio del nuevo proceso, pero ya no como ejes de todo. Principalmente, como inductores de otro grupo de jugadores, con menos trascendencia internacional, a la usanza de lo que siempre fue Chile. Aunque para todos sea muy difícil de asumirlo.