ORTEGA
Poyet y lo peor de nosotros
Gustavo Poyet no había pronunciado palabra desde su adiós de Universidad Católica. Por eso, no pasó inadvertida la entrevista que el ex DT cruzado brindó a una radio de Uruguay. El tema de su breve etapa en el club, cortada abruptamente a raíz de los bajos resultados, por cierto que fue uno de los tópicos sobresalientes de la conversación. Sin embargo, el retrato que realizó de la dinámica interna del fútbol chileno tampoco quedó sin destacar.
Poyet dijo que acá se juega como en la NBA, porque el Contraataque tenía un rol clave en la fase ofensiva. El charrúa dejó entender que los equipos chilenos quedan muy expuesto a los ataques veloces y con amplio espacio del rival de turno. Que son conjuntos largos y anchos sin la capacidad de reaccionar rápido, ajustando líneas y enangostándose, para reducir espacios y defender como la gente. Para algunos, las palabras del DT fueron un halago, porque acá el Ofensivismo sería una habitualidad. No obstante, son todo lo contrario: constituyen una crítica demoledora para una liga que aspira a competir en el plano internacional.
Principalmente, por dos cosas, que son clave si no se pretende naufragar al lidiar con los otros del continente. Ambas guardan relación con el momento de Transición Defensiva y el principio de juego Noción de Bloque. La primera es la velocidad con que un equipo pasa de atacar a defender y si lo hace más rápido, por supuesto que protegerá mejor su portería. La otra tiene que ver con la cercanía, en anchura y profundidad, de los tres sectores de una oncena (defensa -incluye al arquero-, mediocampo y delantera).
Son el gran talón de Aquiles de nuestro fútbol y en el origen está la concepción errada que exalta la Fase de Ataque por sobre las acciones defensivas. Creemos que los partidos se ganan solo por anotar goles y no también por no recibirlos. Al final de un ciclo, ningún elenco exitoso va estar entre los que más tantos recibió. Por ejemplo, Colo Colo, el mejor cuadro chileno en 2021, es el conjunto con menos goles en contra junto a Everton.
Las cosas funcionan así acá, debido a que la Transición Defensiva y la Noción de Bloque se encuentran emparentadas con la falencia endémica del torneo nacional: la Intensidad o Ritmo de Juego. Ojo, esto no solo tiene que ver con correr más o menos, sino jugarían 11 atletas y estamos listos. El concepto se refiere a la continuidad de las acciones técnico-tácticas que un equipo es capaz de desplegar en el terreno de juego. A mayor cantidad de combinaciones, rupturas, apoyos, relevos o coberturas, un equipo es más intenso.
Lo que pasa es que esto tiene una parte de su sustento en la condición física individual y colectiva. Por eso, se confunde el concepto con la mayor o menor capacidad de desplazamiento. Al respecto una cosa está más que clara: que hay que correr para jugar al fútbol no admite razonable discusión. Sin embargo, todos los movimientos deben ser con el balón o en relación a lo que pasa con este.
En general, los equipos chilenos no defienden en 25 o 30 metros, al margen del sitio de la cancha (zona baja, media o alta) donde establezcan el bloque de presión. Lo habitual es que se tornen extensos cuando el balón lo adquiere el rival (Poyet dijo que eran equipos largos). Esto acontece porque la última línea no acompañó lo suficiente el avance previo hacia el otro arco o debido a que, tras la pérdida del balón, la reacción congénita es echarse para atrás. También pasa a raíz de la carencia conceptual en el bloque ofensivo de que el partido no concluye para sus integrantes cuando la maniobrá de ataque expiró.
Como nos gusta tanto el fútbol de Argentina (algunos incluso hablan del doble "5" para referirse a la dupla de volantes centrales, como si en todas las canchas de Chile el "5" jugara en el mediocampo y no en la defensa; ¡Qué lesera!), basta con echar un vistazo a lo que pasa en esa liga para avizorar por dónde va la cosa. Los equipos son compactos a la hora de defender y se reorganizan a máxima velocidad al perder el balón. Si no, veamos lo que pasa en la fase defensiva con River Plate: achica espacios en no más de 30 metros en campo contrario o en el propio. Sería absurdo sostener que el equipo de Paulo Díaz es mezquino tácticamente hablando.
Y yendo más lejos, al primer mundo futbolístico, el tema ya fue superado hace mucho tiempo. Fin de semana tras fin de semana, los vemos por ejemplo en la Premier League. No existen los equipos largos a la ahora de proteger la portería. Es más, durante la final de la Champions League, entre el Chelsea y el Manchester City, los cuadros británicos se agruparon siempre en 25 metros. Claro, el conjunto de Pep Guardiola con un bloque de presión regularmente alto, mientras que los londinense desde la línea de la mitad de la cancha hacia atrás. Otro fútbol, muy distinto al nuestro.