El daño irreparable a Copiapó
El jugador de la B sueña con subir a Primera. Puede que el plantel no sea de los mejores, que su sueldo llegue atrasado o que el club no esté muy en orden, pero el futbolista del ascenso siempre parte a competir con la gran ilusión de jugar la siguiente temporada en Primera. Subir de división es el premio mayor en una categoría luchada y áspera en el juego. Más que jugar bien, lo que importa en la B es ganar.
Para un futbolista, su familia y todos los que lo rodean, ascender es una verdadera fiesta. La Primera División significa una mejor vitrina, jugar en los principales estadios del país, más público y mejores oportunidades. Y bajar a la B es justamente un gran drama porque todo pasa al revés.
Hasta la última fecha de la temporada pasada, Deportes Copiapó tenía opciones de terminar en el primer lugar de la tabla de posiciones de la Primera B y lograr el sueño de jugar en primera. Finalmente quedó en la segunda ubicación, a tres puntos de Coquimbo Unido, que consiguió el preciado ascenso.
Aún así, Deportes Copiapó mantenía la ilusión al competir con otros tres equipos en la misma liguilla de ascenso que en años anteriores le aseguraba al ganador un cupo en Primera División. Esta vez para jugar en Primera, el ganador de la liguilla debería ganarle una llave de ida y vuelta a Curicó Unido, que terminó el año en el antepenúltimo lugar de la tabla de posiciones de Primera División.
La historia es conocida: el 10 de diciembre, el equipo de la Región de Atacama se coronó campeón del mini torneo al derrotar a Temuco en el partido de vuelta de la final de la liguilla y esperaban definir todo frente a Curicó en partidos de ida y vuelta. Los decisivos encuentros estaban programados para el 15 de diciembre en el norte y el 22 del mismo mes en el sur, pero nunca se jugaron. Tampoco han sido reprogramados. Todo quedó en un limbo porque la ANFP y su directorio decidió suspender los duelos para esperar definiciones de su Tribunal Autónomo de Disciplina sobre denuncias a Melipilla de pagos irregulares a sus jugadores. Una gran bola de nieve que a principios de diciembre inició Universidad de Chile al interponer la denuncia en contra de los Potros como un plan para salvarse por secretaría de un eventual descenso que en esos días veían de cerca. Luego otros 11 clubes se sumaron a la iniciativa que terminó con Melipilla expulsado del fútbol profesional.
En una actividad normal, esperar que se haga justicia para luego avanzar con los compromisos pendientes puede ser lo más sensato. Pero el fútbol tiene sus propios códigos, donde el respeto al jugador, al alma de la fiesta, debe ser el primer mandamiento para los que mueven los hilos desde arriba.
“Dale un par de botines a Havelange, dale un pantaloncito corto a Blatter, no sabes el ridículo que queda”, dijo alguna vez Maradona en una de sus tantas defensas públicas al jugador de fútbol. La frase hace sentido en un caso donde han pasado a llevar a un grupo de futbolistas cuyo único “pecado” fue acercarse lo más posible a su sueño.
Si el peor escenario para Deportes Copiapó era perder con Curicó y seguir en la B, nadie imaginaba que había uno mucho peor: No poder jugar ni definir el futuro. Han pasado más de tres semanas del último partido de los futbolistas de Copiapó y un poco más de un mes del último jugado por los de Curicó. Un mes de pausa en la alta competencia es muy complicado. Un mes de pausa con total incertidumbre es fatal.
Mientras los equipos de Primera y del Ascenso ya entrenan para la siguiente temporada, un buen grupo de jugadores de Copiapó no sabe qué será de ellos. Muchos terminaron contrato con el club y no han podido definir si seguirán o no. Muchos de ellos sostienen familias sin saber en qué ciudad van a vivir en los próximos meses. Hay padres que aún no saben si tendrán que sacar del colegio a sus hijos ni cómo será el presupuesto familiar este 2022. Hay un daño irreparable para un grupo de futbolistas que ven pasar los días sin norte alguno.
Si el panorama ya era horrible, ahora es aún peor con la renuncia esta semana del cuerpo técnico del equipo. Erwin Durán y su staff dejaron el club por razones que parecen obvias. Es imposible planificar una temporada sin saber cuál será la categoría de la competencia. Es injusto que tus rivales tengan más tiempo de preparación para la próxima temporada. Es desesperante que, sea cual sea el desenlace, los jugadores de Deportes Copiapó partan la temporada con una mentalidad tremendamente dañada.
Melipilla anunció que apelará a su expulsión del fútbol profesional, mientras que en Quilín lidian con clubes que se aferran con dientes y muelas a cuidar su parcela. Esta semana, los jugadores de Copiapó volvieron a entrenar a la orden de un recién llegado cuerpo técnico. Cada mañana se levantan con la cabeza en cualquier parte menos en el incierto partido más importante en la historia del club que hoy defienden y que mañana quizás no.