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MAIRA

Duele Del Potro

"El cuerpo no le dio más y no quería retirarse en una conferencia de prensa como semanas antes tuvo que hacerlo el Kun Agüero. Quería hacerlo en cancha y así fue".

Actualizado a
"El cuerpo no le dio más y no quería retirarse en una conferencia de prensa como semanas antes tuvo que hacerlo el Kun Agüero. Quería hacerlo en cancha y así fue".
MATIAS BAGLIETTOREUTERS

Estaba a un juego de perder el partido. Había cedido fácil el primer set y en el segundo tenía que servir 3-5 abajo, pero no podía empezar. Algunas veces entre puntos, otras en los descansos y en los cambios de lado, siempre refugiado en la toalla, Juan Martín Del Potro lloraba sin lágrimas. Hasta que en ese momento de servir para el que intuía era el último juego no pudo contenerse.

En plena competencia, frente a Federico Delbonis, uno de los compañeros de hazaña cuando en 2016 ganaron la primera Copa Davis para Argentina, se largó a llorar. La toalla, tres bolas en la mano y un león herido avanzando hacia el final de su última batalla.

Como intuía, no logró mantener su servicio y Del Potro se despidió en el Argentina Open, en un estadio repleto que quería verlo jugar por última vez. No importa si va o no a jugar a Rio de Janeiro, que podría ser realmente su último torneo. Para él y su gente, jugar en Buenos Aires fue el último juego, donde ese derecho que corría como un rayo y que puso varias veces de rodillas a los mejores de la historia, apareció a chispazos en un partido testimonial.

Que su tenis no estuviera calibrado era un dato esperable para alguien que no competía por más de dos años. Por ese tiempo y por cómo fue su carrera, su sola presencia en el Lawn Tennis Club, la última, era un premio para él y los que agotaron las entradas con días de anticipación.

Dijo que recordará esa noche como una de las más felices de su carrera, aunque todo el partido tuvo la cabeza abajo y la mirada triste. Quizás pensaba a ratos en ese tenis que lo hizo alcanzar logros como un Grand Slam, dos medallas olímpicas y levantar la Copa Davis, y que el físico le ha robado. O quizás pensaba en la exposición que nunca le gustó tanto y que en su despedida se hacía inevitable.

Lo dijo en los últimos días. El cuerpo no le dio más y no quería retirarse en una conferencia de prensa como semanas antes tuvo que hacerlo el Kun Agüero. Quería hacerlo en cancha y así fue. Sacando un último juego con un parche en la rodilla como un símbolo maldito de esa rebelde lesión que lo separó de su lugar más feliz. Dando botes a la bola con la garganta apretada y los ojos llorosos, para por fin terminar con esa pesada lucha por volver y empezar a perseguir sueños tan humanos como irse a dormir sin dolor.