ENTREVISTA AS

“Algunos de mis hijos pueden creer que soy un mal padre, ausente, insensible... Hace siete años que no bebo, salvé mi vida”

“Todos los días le pido a Dios que me dé la oportunidad de sentarme con todos mis hijos... Y a los que no he podido ver, pedirles perdón”, contó Iván Guillauma.

“Algunos de mis hijos pueden creer que soy un mal padre, ausente, insensible... Hace siete años que no bebo, salvé mi vida”
Rodrigo Huerta
Es periodista desde 2017. Se especializa en fútbol, tenis, golf y pádel. Actualmente cubre Universidad de Chile.
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Durante cerca de 10 años, Iván Guillauma decidió que Chile fuera su casa. El ex volante ofensivo uruguayo llegó a Chile para fichar en Cobresal, para después jugar en Cobreloa, Deportes Iquique y San Marcos de Arica, club donde se retiró. Según su visión, a él le tocó jugar en la época donde nuestro país tenía “la mejor liga de Sudamérica”.

Pero mientras intentaba destacarse en el fútbol chileno, Guillauma también vivió un calvario que muy pocos sabían. La soledad y los problemas personales lo fueron acercando a las indisciplinas y el alcohol fue su mayor problema.

Revisa acá la parte 1 de la entrevista a Iván Guillauma: Jugó en una época muy querida del fútbol chileno y esta es su nueva vida

En una profunda conversación, el charrúa, que actualmente trabaja como intermediario de una agencia de representación brasileña, decidió contar detalles muy duros de la etapa más difícil de su vida. El relato es muy fuerte.

- ¿Chile es el lugar donde más feliz fue a nivel profesional?

- Sí, claro. Yo en Chile la pasé muy bien, tuve hijos, conocí gente muy buena. Mi carrera pudo haber sido mejor si hubiese sido más inteligente, si me hubiese cuidado más...

- ¿A qué se refiere?

- Yo era muy desordenado, me gustaba mucho salir, me gustaba tomar y fumaba... Si hubiese respetado mi profesión, hubiera sido mejor aún. Muchas veces hablo con jóvenes que me quieren decir a mí cuánto es 2+2... Yo las noches las hacía días.

- ¿Cuánto tiempo fue desordenado a lo largo de su carrera?

- Fue una etapa. Yo estaba lejos de mis hijos, me estaba divorciando y ahí desbarranqué. Por suerte tenía gente como Luis Pedro Figueroa que me aconsejó y me defendió. Don Manuel Urbina, el ‘profe’ (José) Cantillana, Gustavo Huerta, Cesare Rossi en Iquique, don Nelson Cerda en Santiago, también... Ellos me quisieron ayudar y yo no escuchaba, porque creía que tenía la verdad.

- ¿Cree que lo hizo para evadir sus problemas personales?

- No sé si para evadir, pero es difícil cuando el jugador está solo y en otro país. Desgraciadamente, hace poquito, Mathías Acuña se suicidó en Ecuador y yo conozco a su familia hace muchos años. Él tenía 10 años cuando yo jugaba con su hermano (Romario) que también jugó en Chile. A veces parece que el jugador solamente tiene que jugar, pero hay una vida detrás. En esa área se lo descuida mucho al futbolista.

- ¿Sintió que pasó por un momento depresivo?

- Ahora que lo veo desde afuera, estoy seguro que tenía una depresión tremenda y no me daba cuenta. Yo llegaba a mi casa de entrenar y me ponía a tomar. Llegaba a la una de la tarde y me levantaba de la mesa a las cuatro de la mañana, me acostaba y dormía tres horas para después ir a entrenar.

- ¿Cómo pudo salir adelante?

- Rehíce mi vida después de varios años, pero tuve un encuentro con Dios y estoy seguro que me cambió la vida. Yo estaba solo, sin amigos y apareció. Le dije que si realmente era él, que me ayudara porque ya no podía más.

“Mis hijos no tienen la obligación de perdonarme, pero yo los amo con todo mi corazón”

- ¿Hace cuánto que no bebe?

- Nunca más bebí ni fumé. Llevo siete años. Salvé mi vida en el momento justo, aunque creo que lo hizo Dios. Conocí a Virginia, mi señora, ella me ayudó mucho. Dios la puso en mi camino. Me enseñó a amar y a amarme.

- Antes hablaba de que estaba lejos de sus hijos. ¿Cuántos tiene?

- Un montón, tengo 10: ocho de sangre y dos que estoy criando desde que conocí a mi señora. Tengo de todas las edades. Algunos no me los dejan ver, otros como Nicolás y Lucas están en otros países y el resto en Uruguay. Mi relación con los que me dejan ver es buena... a medida que uno pasa plata a fin de mes es buen padre y cuando no, es el peor del mundo. En un momento me sentí así porque no tenía cómo sustentar las necesidades de ellos.

- ¿De qué forma afronta el hecho de no tener contacto con algunos de sus hijos?

- En el pasado era una culpa muy grande, pero entendí que no todo lo que pasé con ellos fue malo. No sé cómo decirlo, pero las mamás de mis hijos sabían que se metían con un hombre casado, un tipo bohemio, parrandero... Me acuerdo que un amigo un día me dijo ‘se quieren casar con el ‘Che’ Guevara y a los dos días lo quieren afeitar’. Para mí siempre fue un dolor no verlos. Esa era la mayor angustia y por eso bebía.

- ¿Y hoy siente que es una persona feliz?

- Sí, lo soy. Brasil ha tenido mucho que ver también, porque llevo una vida tranquila. Dios me dio la bendición de tener mis hijos más chicos aquí y es la demostración de que él sigue confiando en mí. Todos los días le pido que me dé la oportunidad de sentarme con todos mis hijos y a los que no he podido ver, pedirles perdón. Cuando me fui quedando sin dinero, amigos, casa y auto, me fui quedando sin hijos también.

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- ¿Qué visión cree que tienen sus hijos sobre usted?

- Algunos de mis hijos pueden creer que (soy) un mal padre, ausente, insensible... Esa debe ser la sensación que tienen en su corazón. Yo sé que el tiempo no lo voy a recuperar nunca, pero me gustaría que pudieran sanar sus corazones. No tienen la obligación de perdonarme, pero yo los amo con todo mi corazón. Todos los días le pido a Dios que los cuide dondequiera que estén. Es triste, pero es mi realidad hoy.

“Algunos de mis hijos pueden creer que soy un mal padre, ausente, insensible... Hace siete años que no bebo, salvé mi vida”
Iván Guillauma (izquierda) viendo un partido en Uruguay.Iván Guillauma

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