“Él es un súper esposo y un papá increíble... Las niñas lo ven y les brillan los ojos”

Carolina Pérez, esposa de Igor Lichnovsky, está acompañando al defensa del América de México en la Copa América Estados Unidos 2024. “Caro” estará en todos los partidos de Chile.

En Fort Worth, la primera parada del combinado nacional, la esposa del zaguero (titular en el debut del viernes ante Perú) habló con AS del orgullo que le genera el gran presente de su esposo y contó detalles desconocidos de su carrera, como que hace un año incluso pensó en dejar el fútbol (Lee la primera parte de la entrevista aquí).

En la segunda parte de la charla, Carolina Pérez habló de la vida familiar y de cómo es Igor Lichnovsky como padre y como marido. “Es un súper esposo y un papá increíble. Por su trabajo, el tiempo que tiene con las niñas es poquito, pero de una calidad increíble. Las niñas ven a su papá y les brillan los ojos. El papá es sinónimo de diversión, de juegos y de aventuras. Y también es un papá que está ahí cuando necesitan una charla de motivación o cuando están tristes. Él les enseña la responsabilidad, la constancia y la disciplina”, señaló.

- ¿Igor es de inculcarles el deporte a sus hijas?

- La mayor ya va a cumplir 10 años y le gusta mucho hacer deporte, pero más artísticos, somos sus pilares para decirle: “Te vamos a apoyar, porque papá ya vivió esto y encontraremos el equilibrio para que tú hagas lo que realmente te haga feliz”. No queremos que sea la primera en el colegio, sino que sea la primera en lo que realmente le apasione. Ahí, Igor tiene las palabras indicadas para esos momentos.

- ¿Y como esposo cómo es?

- La verdad es que yo soy súper consentida (risas). Se porta muy bien. Los dos respetamos mucho el espacio el uno del otro. Ahora retomé los estudios y estoy entrenando. Y él a veces quiere descansar, porque trabaja con su cuerpo, y lo entiendo. Nuestra relación ya va para los 13 años juntos, seis de matrimonio. Somos muy partners.

“Lo peor de vivir fuera de Chile es perderte los episodios familiares”

- Han vivido casi una década fuera de Chile. ¿Cómo ha sido esta aventura en lo familiar?

- Lo peor es perderte los episodios familiares, eso me sigue doliendo con el alma. Me ha tocado no estar en la partida de familiares cuando fallecen y eso duele, porque está fuera de tu control. A veces incluso queriendo viajar, no se ha podido porque no hay vuelos. La vida del fútbol tiene cosas muy bonitas, pero otras muy desagradables. Por ejemplo, pasamos mucho tiempo solas con las niñas. Los domingos, cuando todos pasan su día familiar con un asado o algo así, a mí me toca hacer malabares para hacer panoramas para que las niñas estén felices. A veces falta esa compañía de primos, hermanos, abuelos, etcétera.

- ¿Y qué es lo mejor?

- Lo mejor es la diversidad de todo. Hoy somos personas multiculturales. En Chile me dicen que hablo como mexicana, en México me dicen que como chilena y en España me preguntan de dónde soy (risas). Las niñas comen de todo, van aprendiendo idiomas y, otra cosa muy buena, es viajar. Estar acá ahora, por ejemplo, me encanta. Con el tiempo también hemos aprendido a adaptarnos. Hoy nos podemos comer unos tacos en la calle y mañana podemos ir al restaurante más elegante del mundo. Todo lo gozamos. Pero lo que más rescato, son las amistades. Hay gente que me ha ayudado a mí o ha sido apoyo para mis hijas. Esas personas siguen estando.