Cuando el camino es la recompensa

Para los agoreros de las malas noticias, estos días deben haber sido un tránsito espeso. Aguardando que todo se vaya por la borda y que el proceso marche cuesta abajo en la rodada, los Juegos Panamericanos se han desarrollado con éxito en casi todas las materias. Hay cosas por subsanar, algunas más gruesas que otras y seguramente una vez finalizadas las competencias, saldrán detalles, aspectos que vale la pena reflexionar en profundidad. Pero la imagen es más que positiva hasta ahora.

Hay un párrafo en el que estamos todos de acuerdo: el ambiente nacional recibió un bálsamo desde un sitio que suele generar brisa fresca: el deporte. No es tiempo de cobrar cuentas, pero ha sido llamativo ver a políticos, autoridades, comunicadores, que suelen subestimar el deporte casi todos los días del año, que dejan la legislación deportiva en el cajón de los pendientes, que miran los contenidos deportivos con desdén, hoy abanderizados con aquello que siempre despreciaron. Es un paso adelante, sin duda.

Chile demostró que puede organizar Juegos Panamericanos de alto nivel. Desde la logística, infraestructura, una línea conceptual común. La afición respondió y con creces. El tema es qué ocurrirá con todos los actores una vez concluidas las competencias. Pensar que los deportes tendrán la visibilidad de estas semanas es de una inocencia supina. Pero al menos que no quede relegado al último reglón del manuscrito.

En un deporte competitivo no es lo mismo ganar que perder, subirse al podio o quedarse abajo. Sin duda. Pero algunos hemos bregado por décadas para exponer que la recompensa no siempre está en la medalla dorada. Estos Juegos han servido para darle contexto a la presentación de los deportistas, percatarse que hay una biografía detrás de cada desempeño, sea dorado, plateado, de bronce o abajo del podio. Hemos podido rescatar aquellos elementos que sirven para comprender un fenómeno y no sólo evaluarlo por el resultado. Y comprender aquello que es muy nítido: el éxito no se explica con procesos breves.

Muchas veces la recompensa está en el camino. Y esa experiencia es única e intransferible.