Cuando el cobre era dorado

Pertenezco a una generación que creció con un Cobreloa inmenso, a nivel local y continental. Ir a Calama era una estación que todo equipo quería evitar. La altura era factor, pero el verdadero tormento para los equipos rivales era la calidad del cuadro loíno. El equipo de Cantatore era potente. Wirth, Tabilo, Gómez, Soto, Escobar, Alarcón, Jiménez, Puebla, Merello, Siviero, Olivera, Letelier, Rubio, fueron la base de un plantel que dominó el fútbol nacional y rozó dos veces consecutivas la Copa Libertadores de América. Es el único equipo chileno en toda la historia en jugar dos finales seguidas del máximo torneo del cono sur.

Generaciones posteriores de enormes futbolistas y entrenadores consolidaron al elenco naranja como un grande de verdad. Osbén, Tapia, Cornejo, Miranda, Covarrubias, Fournier, Figueroa, Sulantay, Garisto, Riveros, Meléndez, Hermosilla, Díaz, González, Fuentes, Galaz, Alexis, Aránguiz, Vargas y tantos más, cimentaron la leyenda del cuadro que entró a la lista de los equipos grandes en Chile. Cobreloa era parte del ludo, junto a Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica.

No era fácil destruir a Cobreloa y lo hicieron. No se trata sólo de descender, pues tener una mala campaña es parte de la ecuación. A Cobreloa lo destruyeron desde su base. El financiamiento de Codelco se esfumó, pero la crisis fue más allá. Dirigencias erráticas, malas decisiones deportivas y la complejidad de una categoría donde no existen candidatos, como es la Primera B, retuvieron al elenco naranja por ocho años lejos de la división de honor.

El fútbol es paradójico y no lineal. El 2022 el cuadro de Emiliano Astorga sumó muchos más puntos que en esta temporada y no pudo ascender. Ahora lo logró en el último suspiro, con méritos acreditados.

Vale la pena mirar la Primera B. Revisar sus planteles. Ver que todos los años es un campeonato mucho más parejo, sin candidatos fijos, con varios peleando el ascenso, con otro montón peleando la caída. Con planteles parejos, con asistencias multitudinarias, con aficiones que colman recintos propios y ajenos.

Volvió Cobreloa al sitio que nunca debió perder. Porque es un grande de verdad. La historia, la memoria y el presente lo refuerzan. La Primera B, otra vez, nos regaló un final dramático, con la felicidad y la desdicha en la incertidumbre hasta el pitazo final.