El fracaso de la Supercopa

La final de la Supercopa la animaron los dos equipos más populares del país, los dos equipos que cuentan con la mayor cantidad de aficionados, los dos equipos que más títulos ostentan. Y se jugó, en un estadio semivacío, con medidas inverosímiles, con condiciones estrafalarias. Pero se jugó.

Un papelón de aquellos y un fracaso no sólo de la ANFP: un fracaso del fútbol como industria.

Desde lo organizativo, en esta Supercopa perdieron todos.

¿Cuánto debe transar el fútbol para que se juegue un partido?

La Supercopa fue una creación que buscaba para darle un carácter simbólico al inicio de la temporada. No daba una recompensa deportiva a ninguna clasificación internacional, pero se contabilizaba en el registro de títulos ganados, lo que no es poco. En la medida que no se juega en esas condiciones, pierde buena parte de su atractivo. Cuando no se juega en esas circunstancias, el sentido es un desvarío.

Ya ocurrió hace un par de temporadas cuando la Supercopa la animaron Colo Colo y Huachipato. El duelo se suspendió por graves incidentes y se terminó jugando a fin de año.

Se jugó con mínima presencia, con condiciones únicas en el mundo, como vender entradas sólo a mayores de 55 años.

Lo deportivo corre por otro carril. Indiscutible triunfo de la Universidad de Chile, en un partido que terminó siendo tranquilo para la U.

Pero es el momento de replantearse todo. Últimos en las eliminatorias, un certamen lleno de interrupciones, la increíble complicación para organizar finales.

¿Se puede caer más bajo? Con entusiasmo y talento, se puede. Nuestra clase dirigente, a nivel de clubes y testera, tienen ambas características.

Así que sí, se puede caer más abajo.

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