El fútbol le debía algo a Copiapó
El fútbol le debía algo a Copiapó y todos lo sabíamos. El fútbol, ese deporte veleidoso, muchas veces injusto, en ocasiones se desplaza desde la cornisa para detenerse, aunque sea un día en la vida, en la ruta de la certeza. El fútbol le debía algo a Copiapó desde el torneo pasado cuando debió jugar una liguilla de promoción ante un rival con el que no debía medirse y con un arbitraje cuya sospecha no se disipó ni siquiera ante vigorosos desmentidos que tenían mucha estridencia, pero muy poquitas pruebas. A Copiapó lo despojaron de un ascenso y todos los sabíamos.
Podemos discutir largamente el sistema de campeonato. No parece justo, desde el punto de vista deportivo, que un equipo que pelea el título hasta la última jornada, termina segundo y le saca muchos puntos al tercero, pierda la posibilidad de ascender. Pero las reglas estaban planteadas de ese modo. En ese escenario el conjunto de Atacama fue creciendo cuando parecía que se quedaba otro año más en la Primera B. Cuando Puerto Montt lo goleó en el sur en el partido de ida de la llave anterior, parecía tarea juzgada. Ni siquiera los agoreros de la comarca, esos que aseguran anticipar todos los resultados pese a que no le cantan su vaticinio a nadie, habrían apostado por la remontada de Copiapó. Ganó 4-0 en la vuelta, torció un destino y llegó a una final donde no era candidato. El favorito era Cobreloa y se lo había ganado: segundo en la tabla, acortó distancia con Magallanes en la pelea por el ascenso directo y estiró la definición hasta la última fecha. Cobreloa es un grande, un equipo enorme al que hicieron pedazos, pero que sigue siendo un elenco con una historia que a ratos pesa. Tras el empate en el primer partido, obviamente Cobreloa era favorito. Nadie, ni el más optimista de los copiapinos, esperaba una goleada tan contundente como el 5-0 en Calama. Un resultado que les permitió ascender y entrar en la historia.
Tras una definición oscura en el certamen anterior ante Huachipato, con partidos jugados en los pasillos, con un arbitraje extremadamente sospechoso en el segundo lance de la promoción, Copiapó pudo haberse derrumbado. Y no lo hizo. Y la peleó. Y el fútbol puso las cosas en su lugar. Porque el fútbol le debía una a Copiapó y el domingo se la pagó. Ahora quedaron a mano.