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El Mundial y una señal para Chile

Actualizado a

Falta que se defina al nuevo campeón del mundo este domingo pero, desde el punto de vista del funcionamiento futbolístico, Qatar 2022 ya es historia. Lo que pasó en la cancha ya quedó atrás, es casi imposible que haya novedades en los partidos que faltan y lo nuevo está claro. Ha sido, una vez más, el Mundial de las Transiciones (paso de ataque a defensa y viceversa) como recurso para hegemonizar el juego y marcar diferencia en la fase ofensiva. Francia se impuso así en Rusia 2018 y el nuevo monarca lo hará bajo los mismo principios de juego.

Si habían algunas dudas, el asunto fue ratificado en el 3-0 de Argentina sobre Croacia, por una de las semifinales del certamen. Poniendo la mirada solo en el resultado, da para pensar que se trató de un “baile”, con dominio total de los trasandinos, instalados siempre en el sector rival, controlando en todo momento el balón y con ataques permanentes a través de todas las zonas ofensivas. El partido concluyó con 61 por ciento de posesión para el cuadro europeo y, por lo tanto, la percepción a priori no calza.

Argentina optó por un bloque medio de presión, intentando recuperar el balón en la mitad de la cancha para atacar mediante Transiciones veloces. Claro, sobre la base de la genialidad de Lionel Messi, un hombre crucial para acelerar el juego con precisión cuando el rival se encuentra más vulnerable, en el momento posterior a haber quedado sin la posesión. Y también teniendo como eje un funcionamiento defensivo cabal, con líneas de presión muy cercanas, y zagueros facultados para defender a 30 ó 35 metros de la portería. El ejemplo de los argentinos es el mejor en este caso, debido a que ahora más que nunca cuentan con la mejor opción de volver a ser campeones del mundo.

La propuesta eje en Qatar consiste en esperar en la zona de la mitad de la cancha, no presionar constantemente en la salida (o hacerlo solo si la recuperación del balón es factible) y en ataque unir exactitud, velocidad y calidad en las acciones de finalización. Esto, lógicamente, matizado con momentos de posesión, porque el oponente se encuentra en la misma y, por pasajes, permite el accionar con la pelota. Los índices adecuados de tenencia oscilan entre el 50 y 60 por ciento, algo lejos de la bestialidad de España, que se despidió en octavos de final con un registro de 76,3 por ciento.

Si llevamos esto a la Roja, como que la cosa no calza mucho con lo que ha pregonado el DT Eduardo Berizzo. Proyecta un equipo que juegue en campo rival, con presión inmediata por la recuperación del balón y, lo más importante, que logre la hegemonía en la posesión. Esto no lo vimos sistemáticamente en los más vencedores del Mundial. ¿Estaremos acá totalmente equivocados? ¿Se puede llegar también al éxito bajo esos parámetros de funcionamiento colectivo? Sí, esto último lo consiguió Marcelo Bielsa, pero hasta el 2011. Ya pasó una década.

Todavía pesa mucho la imagen poderosa de la Generación Dorada y los bicampeonatos de América. La idea de Berizzo incluso va en el sentido de volver a exhibir contenidos de ese grandioso juego. Sin embargo, y por lo visto en el Mundial, la propuesta parece ir a contra corriente. Las selecciones hoy sí tienen el balón, pero lo hacen por momentos. También presionan en la zona ofensiva, aunque solo si es muy posible la recuperación de la pelota. Por último, solo ocasionalmente el bloque intersectorial de defensa, mediocampo y ataque se posiciona en el campo oponente. ¿Será el momento de darle una vuelta a la línea de acción que intentan en la Selección?