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El mundo paralelo del Consejo de Presidentes

La misma semana en que la FIFA anunció que el Mundial Sub 20 del 2025 se jugará en Chile, el ilustre Consejo de Presidentes de la ANFP decidió aumentar la plaza de jugadores extranjeros en cancha para la próxima temporada.

La misma semana, el mismo Consejo de Presidentes ni siquiera llevó a votación la propuesta de jugar un tercer torneo en el ámbito local, para que los jugadores tuvieran más actividad y para pagar la cantidad de partidos pendientes que el fútbol tiene con su principal socio, TNT Sports.

Un contrasentido absoluto.

Una vez más, el ilustre Consejo de Presidentes marcha por el lado incorrecto al criterio. Una vez más, el Consejo de Presidentes demuestra su real interés, que está muy lejos de priorizar la pelota o conducir una industria saludable.

A favor del aumento de extranjeros en cancha votaron Colo Colo, Universidad de Chile, Audax Italiano, Palestino, La Calera, Everton, Ñublense, Huachipato y Coquimbo. En contra lo hicieron Universidad Católica, Unión Española, Cobresal, Cobreloa, Iquique, O’Higgins y Copiapó.

¿A quién beneficia el aumento de los jugadores extranjeros en la liga local? Solamente a los representantes. No favorece a las divisiones menores, no favorece a las instituciones, no favorece a los hinchas, no favorece a los auspiciadores, no favorece a nadie más que a los agentes de jugadores. No es necesario escanear el perfil de los clubes que votaron a favor de la medida para detectar la correspondencia entre los controladores de esos equipos.

El Consejo de Presidentes, sus maniobras, su traje a la medida, explica buena parte de las desventuras del fútbol chileno. Esto excede con amplio margen a los directorios de turno, buenos o malos, eficientes o discretos.

La conformación del Consejo de Presidentes hace rato cambió. Ya no son Presidentes, mandatados por un período determinado. Hoy son dueños, que hacen lo que quieren con sus clubes porque pueden, porque son de ellos. No hay perspectiva de industria, global o colectiva. Sólo unitaria y el resto, que se jodan.

Y ya sabemos cómo le fue a quienes pregonaban consignas como esas.