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A Colo Colo le robaron la Copa Libertadores de 1973. Un despojo en todo el sentido de la palabra. Es necesario asumir eso antes de desglosar la primera gran campaña de un equipo chileno en el torneo de clubes más importante de este lado del mundo. Y es bueno que se diga sin ambages ni subterfugios: a Colo Colo le robaron la Copa hace cincuenta años.

Recorrer esa campaña es ilustrativo para entender un fútbol que ya no existe y una sociedad que estaba en la puerta de comenzar a quebrarse para siempre.

Por ejemplo, los equipos chilenos no participaron en el torneo local mientras estaban en la Copa. El certamen se organizó de tal manera que tanto Unión Española como Colo Colo se enfocaron solamente en la Libertadores. Y cuando el Cacique prosiguió en carrera, se produjo una verdadera comunión. Los albos representaban no sólo sus colores sino al fútbol chileno y recibieron el aliento de las parcialidades contrarias. Hoy eso sería imposible, desde cualquier vereda.

El equipo de Luis Álamos surgió como un oasis en medio de una tempestad social. Y desde el punto de vista futbolístico, un entrenador que fue capaz de plasmar en la cancha un sistema donde los jugadores cambiaran de puesto y esquema dentro del mismo partido. Eso que al otro lado del Atlántico realizaba la escuela holandesa de Rinus Michels, acá lo realizaba el técnico oriundo de Chañaral.

Con una vocación ofensiva representada en nombres como Carlos Caszely (único chileno en ser goleador de la Libertadores), Sergio Ahumada, Francisco Valdés, Leonardo Véliz, Sergio Messen, Elson Beiruth; el equilibrio y la pierna fuerte de Guillermo Páez en la mitad; el despliegue de Mario Galindo y Manuel Rubilar desde los laterales; la compatibilidad de los centrales, Rafael González y Leonel Herrera.

Colo Colo era mucho más que once jugadores. Hasta los momentos decisivos cuando la mano de la Conmebol se hizo más evidente. Primero, con un inexplicable gol anulado a Valdés en el Maracaná ante Botafogo. Después, con el gol viciado de Independiente en la cancha de Avellaneda, donde empujan a Adolfo Nef, arquero de los blancos, con pelota y todo dentro de la portería. Siguió con una dudosa expulsión a Sergio Ahumada, por lanzar una pelota lejos tras un cobro trivial en la mitad del terreno. Para culminar con el gol anulado a Carlos Caszely en el estadio Nacional. Una seguidilla de cobros errados que cuesta creer que fueron producto del azar.

No se trata de triunfos morales ni de romantizar la derrota. Es un asunto de justicia, aunque haya pasado medio siglo. A Colo Colo le robaron esa Copa Libertadores. Nunca es tarde para decir la verdad.