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Carlos Palacios confesó estar en una encrucijada. Fue nominado a la selección chilena y quiere jugar por Chile. Pero vive momentos trascendentales con su club, Colo Colo, en la cerrada lucha por el campeonato que los albos tienen con la Universidad de Chile.

El lema general dice que no debería existir este problema porque la selección debería ser prioridad siempre. De inmediato surgieron voces críticas hacia Palacios sólo por insinuar que su foco está en su club.

A lo largo de la historia tenemos variados ejemplos, cercanos y lejanos, de jugadores que han optado por no defender a su país en momentos determinados. Desde Messi hacia abajo. Muchos. En Chile, por montones. Cosa de mirar la formación de Chile en las clasificatorias 2002 y 2006, por ejemplo.

Es cierto que el momento de la Roja no ayuda mucho a la motivación, pero ese no debería ser el punto de debate. Las convocatorias no deberían depender del momento deportivo del equipo. Excede esos márgenes. Supuestamente.

Dentro de su argumentación, Palacios pone de relieve la agenda de partidos pendientes de Colo Colo, programados en pleno proceso de la selección. Por eso queda de manifiesto, una vez más, que la suspensión de partidos, a menos que sean motivos urgentes, genera más conflictos que soluciones. La permanente postergación provoca un cuello de botella difícil de organizar.

Es moneda de cambio habitual escuchar a dirigentes, entrenadores, jugadores, quejarse amargamente de la programación de las fechas del fútbol chileno. Muchas veces tienen motivos muy sólidos para la protesta. Pero en otras, tampoco colabora la permanente suspensión, que a veces proviene de la autoridad política, que mira el desarrollo del certamen como una piedra en el zapato.

Palacios no es el primero ni será el último que lanza un tema siempre tabú: jugar por Chile o por tu selección. Una discusión que debería estar resuelta antes de presentarse. Cuando se confunden las prioridades hay un tema más profundo que no se responde con un partido de La Roja o ser campeón con tu club.

Es no tener la película clara. Nada más.