La importancia de llamarse Charles
“La presencia de Charles Aránguiz en el Torneo Nacional nos hace bien a todos. Hay que aprovecharlo, disfrutarlo más allá de las camisetas y atesorarlo”.

¿Cómo un jugador que habla poco, que evita las cámaras, no es goleador, no grita demasiado, no exagera en redes sociales, se convierte en ídolo de su afición y es respetado por los contrincantes?
Charles Aránguiz sabe cómo hacerlo.
La respuesta más obvia es eludir el atajo: la autenticidad del nacido en Puente Alto es evidente, en sus silencios, en sus gestos, pero sobre todo en el terreno de juego.
Aránguiz volvió a Chile en estado de competencia alta, marcando una diferencia con varios retornos a nuestro país por parte de miembros de la generación dorada. Y la diferencia con el resto, es mucha y evidente. Desde que llegó en la segunda rueda del 2024, le permitió a la U ser un cuadro competitivo. Se percibe cuando está en cancha y sobre todo cuando no está en el terreno.
Como los grandes jugadores, Aránguiz destaca no sólo por lo que juega, sino porque sus compañeros alrededor juegan mejor por su influencia. Mejora a sus compañeros, potencia a los que están, con una lectura del juego intacta, atacando los espacios de modo preciso y entendiendo el juego, un rasgo innato que fue puliendo con sus años en Brasil y Alemania.
No sólo un miembro valorado de la generación dorada, sino uno de los más destacados en los momentos claves. No le quedan grandes los partidos y genera a su alrededor un circuito colectivo que crece.
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No es garantía de títulos, por supuesto, porque esto es un deporte colectivo y los rivales también juegan. Pero la presencia de Charles Aránguiz en el Torneo Nacional nos hace bien a todos. Hay que aprovecharlo, disfrutarlo más allá de las camisetas y atesorarlo.
Jugadores así nacen muy de tanto en tanto.

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