La mejor actitud es la aptitud
Correr. Meter. Mojar la camiseta. Poner huevos. Trancar con la cabeza. Conceptos variados para referirse a un intangible: la actitud que debería exhibir un jugador y un plantel en el terreno de juego. Estos conceptos presumen que la ausencia de estos rasgos sería una elección, algo voluntario. “Los jugadores no mojan la camiseta”, por ejemplo.
Este discurso, aplicable a casi todas las disciplinas y materias humanas, es difuso, pero a muchos atrae. Porque lamento decirle a quienes creen que los jugadores no mojan la camiseta, que en la mayoría de los casos la entregan empapada de sudor. Los que ganan y los que pierden corren y bastante, mojan la camiseta y, aunque parezca una obviedad, nadie quiere perder o jugar mal.
Cuando se carece de conceptos y conocimiento, cuando se busca defender causas ganadas, cuando los límites del análisis son estrechos, se cae rápidamente en el argumento de la falta de actitud, que en rigor no dice nada.
“Al equipo le falta actitud”, se enarbola con frecuencia.
¿Cómo se mide la actitud?
¿Los equipos que pierden no muestran actitud?
¿Los que ganan lo hacen en base a la actitud?
No se trata qué no exista la actitud ni se demuestre. Se trata qué es el inicio del engranaje, no el final. El desde. Y muchas veces se sostienen discursos en base a elementos populares pero que no son certeros. El buen debut de Chile con Ricardo Gareca como entrenador es un ejemplo más en este sentido. El equipo mostró señales positivas. Pero buena parte del medio, sobre todo periodístico, habló y escribió que el equipo jugaba con más “ganas”, con mayor “deseo”. Se dijo que el equipo atacaba más, era más ofensivo.
¿En serio?
Esta nueva versión de la Roja, en apenas dos partidos, no atacó más. Lo hizo mejor, mucho mejor. No presionó arriba, sino que se replegó, achicó espacios y salió escalonadamente. No fue un equipo vertical. No fue una máquina vertiginosa. Y está bien, absolutamente aconsejable para el momento y los intérpretes nacionales. Pero no es cierto que el equipo planteó una presión alta ni salió a quemar las naves con un juego ofensivo sin freno, que hace años no se veía. Eso no pasó. No de ese modo. Los buenos resultados muchas veces camuflan los detalles.
Universidad de Chile es uno de los lideres del campeonato. ¿El equipo corre más que antes? ¿Juega con más actitud? Juega mucho mejor. Se reforzó de manera adecuada. Tiene un entrenador con una idea de juego acorde a los futbolistas que tiene. La U se ve mucho mejor que en años anteriores porque su rendimiento creció. Si tuviera sólo ganas o deseos, no alcanzaría para pelear arriba en un torneo de largo aliento.
La crisis de la Universidad Católica se explica por la falta de una respuesta futbolística, con prestaciones individuales bajas, con una política deportiva que ya suma varios entrenadores con malos rendimientos y prioridades que no están en la confección del plantel. No es falta de ganas. No es que los futbolistas dejen de mojar la camiseta. No es que no pongan huevos. Es que el equipo juega mal. Muy mal.
La mayoría de las veces los malos resultados y las crisis se explican por falta de aptitud, no de actitud. Y viceversa.