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La prudencia no es la duda

Esta columna está redactada tras el debut de Ricardo Gareca al frente de la selección chilena, pero antes del duelo contra Francia.

La Roja mostró buenas señales en su primer duelo, eso es incuestionable. El rival afrontó el partido como una preparación para la Eurocopa. Su diseño de partido y plan de juego así lo demuestran. Ante ese escenario, Chile mostró interesantes atributos desde el punto de vista colectivo y respuestas individuales satisfactorias.

La tentación de sacar conclusiones tajantes a partir de un duelo, incluso de un buen resultado, es atrevida. Las señales auspiciosas son eso, buenas sensaciones de cara a un objetivo mayor que significa clasificar al próximo Mundial y que tendrá una estación intermedia de peso mayor, como lo será la Copa América. Asegurar entonces que Chile recuperó la memoria, el estado de forma, la capacidad goleadora, es al menos apresurado. Sostener aseveraciones definitivas suele ser una tentación en la que el medio cae con ligereza. Gareca recurrió a varios nombres históricos para comenzar a sostener una idea. Bravo, Isla, Sánchez, Vargas, encajan en esta ecuación. El retorno goleador de este último es siempre una buena noticia, pero se exagera a niveles mayúsculos cuando se le critica o alaba. No podemos pasar de considerarlo un jugador al borde del retiro a manifestar que siempre debió estar en las nóminas. Hay fases intermedias que sirven para explicar por qué no fue considerado, más allá de los gustos personales. No era descabellado que el delantero no estuviese en convocatorias anteriores. De hecho, su inclusión sorprendió porque no estaba jugando con regularidad en su club. Un pasado glorioso, un presente con dudas. La mejor respuesta la dio el propio Vargas al anotar en la primera que tuvo y volver a poner su nombre en el radar.

Las palabras del nuevo entrenador tras la victoria siguen el camino de la mesura. La prudencia es una aliada cuando se mira con perspectiva. Gareca sabe que Chile hizo un buen partido, que los cambios le resultaron todos, que Osorio y Dávila son una brisa de aire fresco, que hasta el ingreso de Brereton (a quien no había citado), le permite sumar un nombre más a la carpeta. Pero sabe Gareca, mejor que nadie, que está comenzando a construir grupo, que no comienza de cero, que otros hicieron el gasto y que los resultados pasajeros se valoran, pero no esconden el final de la ruta. Esto recién comienza. Y arrancó bien. La historia se cuenta al final. Tan importante como el resultado es la forma, la cohesión de un grupo que a ratos vivió fracturas y que necesita volver a creer en un plan de juego y en un entrenador que una y saque el mejor rendimiento posible a un grupo de futbolistas que sigue siendo estrecho y que en septiembre volverá a luchar por un cupo mundialista en un vecindario donde varios parecen dar pasos más largos y sostenidos que los nuestros.