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Una de las grandes falencias de la Universidad de Chile en la temporada pasada fue lo descompensado del plantel. Había posiciones en las cuáles las alternativas eran tan escasas que los técnicos de turno (Santiago Escobar, Diego López, Sebastián Miranda) terminaban alineando lo que había, muy lejos de un ideal futbolístico. A eso le sumamos que los rendimientos individuales fueron extremadamente bajos. Una tormenta perfecta.

Al menos en el papel esta versión 2023 parece ser diferente. Si analizamos los principales nombres que se sumaron a la entidad azul veremos que las posiciones son variadas. Laterales como Juan Pablo Gómez, centrales como Matías Zaldivia, volantes mixtos como Federico Mateos, atacantes como Leandro Fernández, Nicolás Guerra, arqueros como Toselli. La U necesitaba de todo.

La contratación de un entrenador fue tarea prioritaria. Lo primero que fueron a buscar fue un director de orquesta que visara y aprobara los refuerzos. Las referencias de Mauricio Pellegrino son la de un entrenador con crianza táctica europea, con la idiosincrasia argentina, equipos ordenados, con intensidad en la recuperación y pragmatismo.

La mejor noticia de la U el 2022, un año de malas noticias, fue la irrupción de nombres como Darío Osorio y Lucas Assadi. Esta temporada debería ser la consolidación de dos nombres que llegan a sumar a la U y al fútbol chileno. Proyectos reales.

Es imposible predecir en el fútbol, pero esta U parece más equilibrada que las anteriores. Los primeros partidos aún no dan para sacar conclusiones tajantes, pero sí señales e información que Pellegrino ya debe estar cotejando para no ´pasar los traumas de las últimas temporadas. El objetivo de un equipo como la Universidad de Chile no puede ser no pasar zozobras, pero después de la debacle parece que las expectativas iniciales van hacia allá.