No me hables de sufrir

Pese a que el éxito y el fracaso se ubican en las antípodas de la ruta, tienen algunos rasgos similares. Ambas son efímeras, no absolutas ni perpetuas. Y ambas son multicausales. Ni el éxito ni el fracaso dependen de un solo factor.

Es necesario considerar esto a la hora de evaluar los magros resultados de las selecciones chilenas, en diferentes categorías. Tras la eliminación de la sub 17, la misma que nos entusiasmó en la primera fase del sudamericano y que en la etapa final perdió sin apelaciones, se cerró un corolario de lamentables registros. Chile no clasificó a los Mundiales en la selección adulta, sub 20, sub 17, Preolímpico y selección femenina. Ninguna.

En un deporte colectivo la materia prima es sustantiva y Chile ha tenido un detrimento sostenido en este aspecto en todas las categorías antes mencionadas. Esa afirmación (innegable a esta altura) nos conecta con los cuerpos técnicos, que no lograron consolidar un rendimiento pese a buenas insinuaciones. No todas las historias son iguales, pues la sub 17 venía de dos clasificaciones a Mundiales de manera consecutiva. En cambio, la sub 20 clasificó a uno de los últimos siete mundiales. Y eso fue hace una década, con el equipo que dirigía Mario Salas. Tras eso, cuatro sudamericanos seguidos eliminados en primera ronda. La adulta quedó fuera de dos citas planetarias seguidas, con generación dorada incluida. Y la femenina se quedó sin chances en el repechaje.

La falta de una estructura central por parte de la ANFP es evidente. Agravada en este directorio, pero que proviene de períodos anteriores. Si buscamos un punto en común entre los factores antes mencionados, llegamos a la desastrosa industria en que se han convertido los clubes del fútbol chileno. Nunca, en toda su historia, las instituciones han recibido más dinero que en la última década. No es un asunto de presupuesto general, sino del monto destinado a la actividad. El Consejo de Presidentes de clubes, el que toma las decisiones, define las directrices, coloca o saca los directorios, sube o baja el pulgar de los procesos, arma la estructura, define las sanciones y las prebendas, está compuesto por dueños, no por presidentes que cumplan un período determinado, que hayan sido elegidos y representen a un club. Es otro perfil. Defienden sus propios intereses, acreditan su propio modelo de negocios, definen la forma en que ellos mismos se habilitan. Arman un juego donde nadie más participa. Y con todo ese poder, han tomado decisiones que tienen al balompié chileno muy cerca de estirar el fondo hasta más abajo del pozo. Ellos decidieron cortar el fútbol joven en pandemia, decidieron despedir a los entrenadores formativos, decidieron terminar el torneo el 2019, decidieron armar una división con jugadores de 18, 19, 20 y 21 años.

Ellos han encabezado instituciones que no logran vender un jugador, uno sólo, a la primera línea del fútbol internacional, en más de quince años de gestión.

Ellos son los principales responsables. Y seguirán ahí. ¿Por qué? Porque pueden. Así de simple. Así de duro. Así de triste. Así de lamentable.