Otra vez, nunca más

Tantas veces hemos dicho nunca más. Cuando hace treinta años, murió un hincha de Unión Española en las inmediaciones del estadio Monumental. Cuando en la barra de Colo Colo los líderes se dieron de puñaladas por el control de la facción. Cuando en pleno partido del Cacique, murió un hincha atropellado en las calles aledañas. Cuando en un partido amistoso asesinaron a un aficionado a metros del centro comercial contiguo al recinto de Macul.

Murieron dos personas en la previa a un partido de fútbol. Dos personas que no regresaron a su casa. Dos personas que no alcanzaron a entrar al estadio. Todo lo que venga después son detalles que pueden servir para explicar una problemática mayor, pero no es tolerable que una persona vaya al estadio y no regrese a su casa, sean quien sea, del club que sea, de la edad que sea, con entrada o sin entrada. Tengamos cuidado con naturalizar la violencia, con perder la capacidad de asombro y con perder el foco de lo importante. La noche del jueves, hubo muertos en el estadio Monumental. Se puede elaborar una lista de responsables, en mayor o menor medida. Y es probable que todos los mencionados tenga un alto grado de responsabilidad ineludible.

Pero el asunto excede el fútbol. Culpar al fútbol de la violencia creciente es estrecho. Pensar que la violencia que sucede en el estadio sigue las dinámicas de antaño, es no entender que acá hace rato juegan otros actores. Pensar que el registro nacional de hinchas es la solución, es de una inocencia que conmueve. Culpar de todo al plan Estadio Seguro es no entender que no se puede efectuar una actividad pública – privada cuando la ANFP mantiene cortado los lazos con el poder Ejecutivo.

El fútbol chileno toda fondo semana a semana. Quienes amamos este juego no lo hacemos sólo porque alentamos a nuestro equipo y perseguimos con la mirada una pelota rodar. Ir al estadio, ir a la cancha, es un ritual incomparable. Pocas cosas nos hacen más feliz que compartir esa pasión con otros, conocidos y desconocidos, que sentimos un latido diferente cuando vemos una linda jugada o una atajada portentosa. Cuando nos roban el fútbol, nos roban un poco parte de nuestra esencia. Y se disipa, porque quienes la hurtan, no aman el juego de la misma manera.

Nunca más. Otra vez, nunca más. Como tantas veces, nunca más. Ojalá sea la definitiva. Nunca más.

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