Pichanga

A menudo se usa el término pichanga de un modo despectivo, desde un púlpito de superioridad que no corresponde. No corresponde porque la pichanga es sagrada. Exige compromiso. Demuestra lealtades. Sostiene ritos y perdura en el tiempo. La pichanga no es cualquier partido de fútbol informal montado en terreno disponible. La pichanga es mucho más que eso.

En la pichanga la cancha se empareja. No me refiero al terreno, sino a las capacidades. Porque en la pichanga el que es bueno va a destacar igual. Y pronto. Pero acá también tiene espacio el rústico, empeñoso, corajudo. Acá hay espacio para el fornido que le pega de punta para arriba. En una pichanga juegan el veloz, pero también el parsimonioso. El famélico y el robusto. El novato y el veterano.

Calificamos como pichanguero al hábil, capaz de esquivar rivales, patadas, piedras, botes dispersos y público hostil. El pichanguero es bueno para la pelota, pero no siempre es bueno para el fútbol.

La pichanga, la verdadera pichanga, a menudo se juega entre pares, amigos, hermanos. Cerramos los ojos y confiamos en el compañero de pichanga. Nos jugamos la vida por él y él por nosotros, sin mediar contratos ni cláusulas específicas. En la pichanga a nadie le importan los dólares, los euros, los representantes, los periodistas, las redes sociales, el Instagram. Sólo importa la pelota.

En la pichanga no hay millonarios que buscan hacerse de los clubes para convocar otro tipo de poderes. Los egos deben estar a raya. En la pichanga no caben las estrellas. Las figuras juegan para el equipo y los bravos aprenden a ser bravos de verdad. En las pichangas no hay simulaciones o exageraciones destempladas. ¿Var? Menos.

Por eso cuando vemos tanta improvisación, tanta falta de cariño, tanta ineptitud, tanta ambición en saco vacío, tanto egoísmo sin disimulo, tantos intereses cruzados, tanto afán de protagonismo y tratan esto como parte de una pichanga, me parece injusto.

La pichanga merece respeto. Ahora y siempre. A veces vemos espectáculos, dentro y fuera de la cancha, que son menos que una pichanga.