Pobre fútbol sudamericano

El fútbol es propiedad popular. Los pobres tienen muy poca capacidad de acceso a la felicidad, no disponen de dinero para comprar la felicidad. El fútbol, que es una de las pocas cosas que los más pobres mantienen, ya no lo tienen más.

Palabra de Marcelo Bielsa antes del duelo entre la selección que dirige, Uruguay, ante el país que más títulos mundiales tiene, Brasil. Una reflexión que excede los márgenes del partido que los reunía, nada menos que un cuarto de final de Copa América. Un enfrentamiento que para los uruguayos reviste un cariz especial desde el Maracanazo de 1950.

Estas declaraciones de Bielsa profundizan en un fenómeno creciente. Porque el fútbol surge y se entiende inicialmente como un juego, pero de manera cada vez más prematura se transforma en una industria, repleta de componentes, donde los futbolistas son vistos como una mercancía. La pelota parece una excusa, una plataforma, para desnaturalizar el juego. No se trata de enfatizar una visión romántica que no comprenda los beneficios que tiene esta dinámica: movilidad social, la posibilidad para que los protagonistas puedan vivir una vida que probablemente en otras condiciones sería imposible, en sociedades que suelen cerrar opciones más que abrirlas. El fútbol es un negocio y puede serlo desde una óptica despiadada, pero también desde una mirada conjunta, como acción relevante dentro de una comunidad, con ese valor intangible e infinito que significa la inexplicable pasión que despierta una pelota rodando.

Pero en estas ecuaciones hay un actor que queda cada vez más lejos de la escena y es la afición. El hincha que persigue sueños inalcanzables, que asiste con la esperanza de ver una buena jugada y de tanto en tanto, ganar. Ese fanático y fanática que busca en sus colores un sentido de pertenencia, de identidad, que pocas actividades pueden representar de modo tan significativo.

¿De quién es el fútbol hoy? Parece ser la pregunta implícita que Bielsa desliza en su reflexión. ¿Cómo conseguir la felicidad? Otra interrogante que podemos plantear.

Pobre fútbol sudamericano, agrega el técnico, en su diagnóstico. La temprana partida de los mejores exponentes que surgen en este lado del mundo explica esta sentencia. Jugadores de enormes condiciones que son transferidos tras los primeros destellos, sin depositar acá cuotas mayores de su talento. Contra la maquinaria económica no es posible competir y en mercados más lucrativos terminan su desarrollo y exhiben sus mejores prestaciones. A los mejores los vemos poco en la cancha y mucho por televisión y plataformas.

Pobre fútbol sudamericano. Un sobreviviente en la maquinaria de la supervivencia.