Que vuelvan los 10
Luciano Cabral jugó algunos minutos por la selección chilena, suficientes como para creer que puede ser un aporte en La Roja. Minutos suficientes como para preguntarnos por qué no tuvo más chances anteriormente. Tiempo suficiente para volver a sentir esa nostalgia por los jugadores distintos, esos que hacen lo que otros piensan.
Cabral, en esos minutos, representó un lema que muchos abrazamos con devoción: que vuelvan los 10.
Sé que hay argumentos sólidos que explican la desaparición de ese tipo de futbolistas. O su mutación, hasta convertirlo en un híbrido atlético en la cancha.
Pero jugadores como Cabral son de otra raza. Hablamos de gambeta, de freno, de potrero, pichanga, de encontrar espacios, de pases precisos, filtrados en zonas donde parece todo cerrado. Hablamos de esos jugadores que generan una ovación por dar un pase o una asistencia, más que al convertir un gol.
Cabral entró contra Venezuela en un momento virtuoso del equipo y eso cobijó su primera presentación. Porque es diferente ingresar cuando el equipo va ganando y el viento va a favor, que hacerlo con un partido rudo, cerrado o derechamente perdiendo por mucho. El tiempo y las circunstancias permitieron que las condiciones de Cabral brillen más.
No todos los 10 eran iguales. Algunos destacaban por el pase preciso, el remate de distancia, la dinámica o la pausa. Pero todos tenían una solución diferente a un embrollo.
Valdivia, Jiménez, Villanueva, Vega, Sierra, Riveros, Contreras, Estay, Fernández. Vemos en Cabral una herencia a ese tipo de jugador. Lo vemos en Assadi, en proceso de crecimiento aún. Pueden jugar bien o mal, pero siempre intentan algo diferente. Ven cosas que el resto no ve, hasta que abren el portal con un toque, un pase, una finta, un regate.
Que agrado ver jugar a Luciano Cabral. Que vuelvan los 10. Por favor.
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