Si los de abajo creen, lo que de arriba dicen

Una vez más los equipos chilenos vieron pasar la primera ronda de la Copa Libertadores de América. Podemos detenernos en la prestación de Colo Colo y Ñublense en este 2023, pero el escenario se arrastra por varios años. Es más que una tendencia. Es costumbre. Es rutina. Estamos fuera de la mesa en la primera salida.

La estadística demuestra que en la última década los cuadros nacionales sólo superan en rendimientos a los clubes de Perú y Venezuela en los torneos internacionales. Avanzar una fase en la Libertadores parece una hazaña. Ni considerar siquiera superar otras etapas. Pero en la Sudamericana los resultados tampoco han sido descollantes. Desde que la U levantara el trofeo, hace más de una década, aparece una buena actuación de Coquimbo que llegó a semifinales y no mucho más. El techo es bajo.

No es necesario escudriñar demasiado para encontrar las razones. La falta de competencia interna, la debacle del nivel expuesto en la liga local, el escaso aporte de las canteras de los clubes importantes, el discreto nivel de los refuerzos, la contratación permanente de entrenadores (casi todos foráneos) de escasa trayectoria y legado, el control cada vez más trepidante de los representantes de jugadores en el control de los clubes y, sobre todo, la mirada acotada, estrecha, miope, de los dueños de clubes, han guiado la ruta a un despeñadero profundo.

Los dirigentes suelen argumentar que la falta de recursos es la gran razón de las malas actuaciones internacionales. Es bueno que la sociedad sepa que nunca, pero nunca jamás, los clubes chilenos han recibido más dinero que en los últimos diez o quince años. Nunca. ¿Cómo se invierte ese dinero? ¿Por qué siguen controlando un negocio que según ellos es deficitario? ¿Para perder plata?

Todo esto repercute de manera ineludible en las selecciones. Hace diez años que la Roja no clasifica a un Mundial sub 20. Dos clasificatorias consecutivas sin Mundial, una crisis en el fútbol formativo de dimensiones inéditas. Si el panorama es tan claro, si el diagnóstico es evidente, sigue sorprendiendo que no se tomen medidas diferentes.

Jorge González escribió hace años: “si los de abajo creen, lo que de arriba dicen, en quién voy a confiar, quizás el final me de igual”. Mientras las normas, las reglas, las decisiones sigan en manos de honorable Consejo de Presidentes, no se puede esperar demasiado. Actúan como juez y parte. Toda la estructura puede moverse, menos la conformación del órgano que dicta los parámetros de los campeonatos. Ocuparán su sillón hasta que les plazca. Y no hay señales que se hayan percatado que tienen el fútbol chileno al borde de la ruina deportiva, económica e institucional.