Arcos
Un fierro caliente
Dijo Gonzalo Fierro, capitán de Colo Colo, que no descartaban no presentarse a jugar si su compañero Julio Barroso era castigado. Todos sabemos que eso no va a pasar. No que el zaguero no sea castigado, eso sí puede ser. Sino que los albos no entren a la cancha en la próxima fecha a jugar contra la UC. Sería un autogol. Un balazo en los pies. Una carga negativa de cara al final del torneo donde están en la pelea por la corona con la U y Santiago Wanderers.
El caso Barroso alcanzó ribetes de una bola de nieve difícil de detener. Quizás porque todos, jugadores, dirigentes, rivales, árbitros, hinchas y medios de comunicación, le dimos una importancia que tal vez las frases del defensor argentino no tenían.
Yo no comparto las palabras del ex O’Higgins. No creo que el torneo esté arreglado. No he visto cosas raras más allá de errores arbitrales, que ocurren en Chile, Paraguay, Zaire, España y Groenlandia. Si queremos un fútbol sin errores de los réferi, estamos pensando de verdad en otro deporte, no en el fútbol que conocemos.
No veo confabulaciones ni complot. No veo artilugios ni hombres de negro. Pero castigar, sancionar a Barroso por decir lo que piensa, me parece una exageración mayúscula. Usar los dichos del trasandino como herramienta para enlodar al prístino y siempre limpio fútbol chileno, alejado de la realdad, de la historia. Nuestro balompié tiene manchones. Y no son culpa de Barroso.
¿Barroso mancha la actividad con lo que dijo? No lo creo. En un país libre uno debe aceptar la libertad de expresión sin peros, siempre que no haya delito. Tolerar es aceptar la opinión disonante, no sólo las causas ganadas. Que Barroso, Herrera, Peric, Fierro, González, Soto, Muñoz, sean libres de expresarse, digan lo que piensan y tengan la sensatez para resistir de vuelta opiniones también discrepantes. Debate, Discusión. Sana y saludable.
No comparto una línea de lo que dijo Barroso. Creo que el tiempo demostrará que está equivocado. Pero defiendo su derecho y el de todos, a decir lo que piensan y hacerse cargo de sus dichos. Si entendiéramos eso, el caso Barroso habría sido sólo una anécdota de corta duración y no esta telenovela que parece no tener final.