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En el último día del año caí en la tentación de rebobinar la cinta. Un 2014 lleno de imágenes, personajes. Historias con final y otras con puntos suspensivos. Balance, síntesis, compendio. Alegrías y lamentos, en lo profesional y en lo personal. Como todos.

Al llegar al último suspiro, al brindis con champaña, estoy seguro que la misma imagen completará la escena en mi mente: el minuto 119 del partido por octavos de final entre Chile y Brasil jugado en Belo Horizonte. El palo de Pinilla.

Era gol. Era gol.

La participación en una Copa del Mundo, en un país como Chile que sabe de pocos éxitos, ocupa un lugar destacado en el cofre de recuerdos. El 82 apenas lo recuerdo. El 98 fue el año en que empecé a trabajar. El 2010 nació mi tercer hijo. El 2014 fue mi primer Mundial reporteando con Chile en cancha.

Soy de los que gritan los goles de la Roja. Las gárgaras que algunos hacen con la imparcialidad ni la considero cuando veo un partido de Chile. En el análisis posterior, sí. Con la cabeza fría. Con el nervio controlado. Pero los goles de Alexis, Valdivia, Beausejour, Vargas, Aránguiz y Alexis de nuevo, los grité con el alma y el corazón.

El Mundial dejó cosas buenas y malas. A Chile le falta plantel para competir más arriba. El universo de jugadores es muy acotado. No se tomaron decisiones acertadas. Pero la Roja es un equipo competitivo. Pelea. Va al frente. Tiene una identidad de juego. Soy de los que creen que faltan varios pasos, pero este 2014 se caminó hacia adelante. No hacia atrás. Algunos de los miembros del equipo juegan en la élite mundial. El que no quiera ver eso, que no lo vea. Pero está allí.

¿Y si ese minuto 119 la pelota entra? ¿Si Chile eliminaba a Brasil? Imposible comprobar que hubiese pasado. Seguro estaría entre las victorias más grandes de la Roja en un Mundial. Seguro los honores habrían sido más altos. Alemania no le habría hecho siete a Brasil en semifinales y el equipo de Sampaoli hubiera jugado muy diezmado contra Colombia, un rival difícil pero abordable.

Pero no entró. No fue. Tomé todo ese material que logré reportear y escribí un libro, que se llama Minuto 119. No podía llamarse de otra manera. Nada era más genuino.

Si hubiera entrado, el libro iba igual. Con mayor razón. Habría tenido que buscarle otro nombre. Feliz lo habría hecho.

Pero no entró. Palo ctm.