Arcos
Un lío Bravo
Como entrenador de Colo Colo, Héctor Tapia está facultado para permitir o rechazar que un futbolista ajeno entrene con su plantel. Eso no está en discusión. Las razones son analizadas por él, bajo el contexto del conocimiento que tiene de sus jugadores.
Pero hay formas de decir que no. Y motivos para decir que no. Hay un viejo adagio que reza que es mucho mejor ponerse colorado una vez, que diez veces rosado.
El arquero solicitó permiso para entrenar con su ex club a los dirigentes de Blanco y Negro. Ellos accedieron, pero dijeron que la última palabra era del técnico. Como corresponde. Tapia llamaría al golero para coordinar.
Pero ese llamado nunca existió. Lo que sí existió fue una charla entre el DT y un grupo de jugadores, quienes le bajaron el pulgar al cuidavallas, molestos aún por las críticas de Bravo al caso Barroso.
Todo este embrollo era de sencilla solución si Tapia, facultado como entrenador del primer equipo de Colo Colo, le hubiera dicho a Bravo que mejor no fuera, que no entrenara, que podía ser incómodo para los futbolistas y para el propio capitán de la Roja. Si hubiera dicho lo mismo que argumentó en la rueda de prensa del martes, pero el día que correspondía y a quien correspondía, esto terminaba. Es decir, se resolvía si Tapia se ponía una vez colorado y no diez veces rosado.
Pero este hecho, que no cambia en nada el derrotero de Colo Colo ni de Bravo, refleja varias actitudes que están en el aire, aún sin respuesta clara.
En este mismo espacio, defendí la libertad de Barroso de decir lo que pensara. Libertad de expresión sin peros. Sin compartir lo dicho por el zaguero argentino, es saludable que un protagonista de la actividad diga lo que piensa. Colo Colo, a través de un comunicado leído por su capitán Gonzalo Fierro, flanqueado por todo el plantel y la directiva del Sifup, defendió a su compañero con la legítima bandera de la libertad de expresión.
Esta libertad permite que Barroso también sea criticado. Y eso hizo Claudio Bravo. Dio su opinión, ante una pregunta en una conferencia de prensa.
Compartida o no, el arquero del Barcelona hizo lo mismo que Barroso: dijo lo que pensaba. Pero en el plantel, discrepar parece sacar ronchas.
La crítica a Barroso no provino de cualquier parte. Y eso en los albos, guste o no, debió ser considerado. No es de la prensa, esos cahuineros que nunca jugaron a la pelota. No fue de un ex jugador, esos que buscan los focos que ya se fueron. La crítica vino del jugador con más partidos en la historia de la selección, el arquero que más veces defendió el arco de Chile, el único jugador en la historia nacional en ser capitán en dos mundiales, el arquero titular de uno de los mejores equipos del mundo.
No digo que por estos pergaminos haya que reverenciarlo, pero al menos, al menos, no pasarle una cuenta pequeña, nimia, que no ayuda a nadie. Le podían haber dicho que no, pero de frente, sin un desaire caprichoso.
A Bravo le pasaron la cuenta por criticar a Barroso. Tal vez por manejar muy mal el tema de los premios de la selección. Quizás por remarcar una diferencia cada vez más evidente entre los seleccionados que militan en Europa y los que juegan acá. Los jugadores se dieron un gustito. Una cuenta pequeña.
¿Quién manda en Colo Colo? ¿El entrenador, su ayudante o un grupo de jugadores? Era un momento propicio para que Héctor Tapia, un tipo que siempre ha estado por sobre el promedio, como jugador y como entrenador, demostrara que él tiene la autoridad en el camarín. Pero no lo hizo.
Por no ponerse colorado una vez, ahora se pondrá diez veces rosado.