Hinchas de la hinchada
El problema de la violencia en el fútbol no es sólo del fútbol. Es un tema social, con componentes que atraviesan varias aristas: educación, desigualdad, discriminación. Como tal, requiere de una solución global, un compromiso de actores más relevantes que los dirigentes del fútbol. Requiere definir y entender qué país queremos construir.
Dicho esto, hay ejemplos que no dejan de llamar la atención en esta supuesta lucha por erradicar a los vándalos del fútbol. Esta vez fueron las bengalas en el estadio Nacional que podrían dejar a la U con una sanción importante por parte de la Conmebol. Antes fueron otros casos, con otros colores de camiseta. Después serán otros. Enumerar eventos sería antojadizo.
Todos quienes vamos regularmente al estadio, sobre todo el hincha común, ese que paga la entrada, ese que va a ver fútbol (¿ese es el objetivo de ir al estadio cierto?) y no a pintarse la cara y ser protagonista, sabemos algunas cosas que los peritos en seguridad extrañamente aún no saben.
Todos sabemos quiénes son los vándalos. Cómo se llaman. Cómo les dicen. En qué puerta del estadio entran. En cuál no. A qué hora ingresan al recinto. Todos sabemos quién los apoya económicamente. Quién financia sus viajes. Quién dejó de pasarles plata. Quién los dejaba ingresar al estadio. Quién les impedía el acceso.
Pero ellos, los encargados, los que tienen el toro por las astas, los que poseen la autoridad política y tienen la ley de su lado, los que ganan y gastan millones de pesos, no saben eso. ¿Raro no?
Les tienen miedo. Terror. Pavor. Si ellos, los que tienen la ley a su favor les temen, no le pidan al ciudadano de a pie que asuma las tareas que, por miedo, los encargados no hacen.
Porque a los vándalos, no a los verdaderos hinchas, no les importa el fútbol. Tal vez ni siquiera les guste mucho. Seguramente si les preguntamos los nombres de los jugadores de su equipo, con suerte lleguen a cinco titulares. De la historia del club, ni hablar. Con fortuna dos o tres referentes. Nada más.
Esos son los que encienden bengalas para que el club, al que supuestamente aman, sea castigado. Son así de crueles y maquiavélicos. Y no se enojaron por una derrota, no porque el club ya no sea de la gente sino de un grupo de empresarios. No. Protestan porque les cortaron el agua. El aporte económico ya no es el de antes. Las entradas son más fiscalizadas. Ya no es llegar y llevar. Se sacaron la careta y demostraron, una vez más, que no son hinchas del club. Son hinchas de la hinchada. De ellos mismos.
¿Pasión? Por favor. El verdadero hincha siente pasión. Ese al que le cuesta ir al estadio. Ese que amanece mal cuando su equipo pierde. Ese que sonríe todo el día cuando su camiseta gana.
Estos caballeros no saben de eso.