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Arcos

Un chueco para enderezar el buque

Parafraseando el disco de Andrés Calamaro de 1999, Miguel Ponce exhibió una honestidad brutal cuando fue presentado como nuevo técnico de la sub 17. No habló de revoluciones, de un plan a largo plazo ni de un cambio de mentalidad. Se refirió solamente a que su objetivo es armar un equipo competitivo de cara al Mundial de la categoría que se jugará este año en Chile. Nada más, ni nada menos.

No es poco lo que debe hacer el Chueco. Las generaciones sub 17 requieren de una captación diferente. Un jugador como Alexis Sánchez, que a los 16 ya era titular en Cobreloa, había jugado Libertadores y lo habían considerado para una nómina adulta, nace cada cincuenta años. En general requiere de una titánica labor de rastreo por las competencias menores. Y escuchar mucho a los que más saben, a los que llevan años en esto, a los técnicos de inferiores.

Ponce no enarbola ningún discurso, porque sabe que toma el testimonio de un trabajo anterior paupérrimo. El que quiera verlo de otro modo está en su derecho, pero las selecciones menores perdieron un tiempo preciado a cargo de entrenadores que, simplemente, no dieron el ancho. Así de sencillo.

Es extraño lo que pasa en Chile. Muchas veces, de manera saludable y contagiosa, le pedimos máximo nivel a los técnicos chilenos. Como tiene que ser. Subir la vara. Pero con algunos foráneos nos obnubilamos con un acento distinto y no miramos sus antecedentes profesionales.

Siempre, en todos los trabajos, es buena la mezcla. Aprender de quienes saben más que uno. De aquellos que provienen de medios más jerarquizados que los nuestros. Eso contribuye a formar una identidad propia. Pero no basta eso para asegurar jerarquía.

Para hablar claro: no basta nacer en Argentina para saber de fútbol y hacer un trabajo de alto nivel. El medio trasandino es mil veces más competente, futbolizado, con mejor preparación, infinita historia y amplia materia prima. Pero no basta eso para ser mejor. Lo demostraron en esta pasada Tocalli, Grelak y Vivas.

Tocalli fue campeón del mundo. Brazo derecho de Pekerman. Una historia de la que se podía aprender mucho. Pero en Chile hizo cosas que, sencillamente no son aceptables. Un entrenador de cualquier país, no lleva a sus dos hijos a trabajar por que sí. Ni en Chile, ni en Argentina, ni en Angola, ni en Austria. No es un asunto de acentos. La capacidad no tiene nacionalidad. Ni para contratar ni para descartar.

Si usted googlea (ejercicio simple) el nombre de Claudio Vivas, solo encuentra campañas malas. Ni siquiera discretas. Malas. Creció junto a uno de los mejores, sino el mejor, Marcelo Bielsa. Tuvimos al original y lo dejamos escapar. No basta ser su ayudante para replicar sus métodos, su éxito, su carácter, su visión.

Alfredo Grelak estuvo años en la sub 17. En los amistosos generaba dudas. En el sudamericano salió último, perdiendo todos los partidos. Cero punto. Y, lo que es peor, jugando nada. Alguien puede argumentar, con razón, que nunca hemos ganado nada a nivel de selecciones, que los chilenos también pierden. Cierto. Por eso, reitero, la jerarquía no tiene que ver con latitudes, sino con capacidad.

Por seguir las modas del momento, el fútbol chileno sigue buscando su identidad. Lleva cien años buscándola. Si no se pone atajo a esta danza, hombres como Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Claudio Bravo, Gary Medel, Charles Aránguiz, tendrán que jugar por la Roja hasta los cincuenta años.

Veremos como le va a Miguel Ponce. Ojalá se acabe esta guerra de trincheras entre los que se derriten por un acento exterior y los que juran que porque es chileno es bueno. Ninguna de las dos posiciones suma. Yo, al menos, quiero que le vaya bien a Miguel Ponce. Como quería que le fuera bien a Tocalli, Vivas y Grelak. Ellos no dieron el ancho. Es el turno del Chueco. No hay tiempo que perder.