Lo que no te mata, te hace más fuerte
Hay varias capas para referirse al descenso de Cobreloa a la Primera B. La epidermis del hincha nortino está sensible, como tiene que ser. Lo que ocurrió fue uno de esos golpes arteros que no se olvidan jamás. Pero también puede verse como la oportunidad para lavar heridas, separar lo nocivo de aquello que construye y levantar a un equipo que no dejará de ser grande pese a estos días sombríos.
Está la arista nostálgica, respetuosa. Quienes crecimos en los 80 jamás, pero jamás, imaginamos a Cobreloa peleando abajo. Eso era imposible. Wirth, Tabilo, el Mocho, Soto, el Ligua, Alarcón, el Nene, Trobbiani, el Trapo, Siviero, el Pájaro, Cornejo, Miranda, Canales, Jaque, Retamar, Fantasma, Fuentes, Pepe Díaz, Pato Galaz, Alexis, Charles, Vargas, Cantatore, Toro, Garisto, Acosta. No, sencillamente no era posible. La bofetada de la verdad nos abre los ojos a una cruda realidad.
Está la arista legal. El reglamento del fútbol chileno debería ser lo suficientemente claro como para esquivar el margen de dudas. En este caso no lo era. Y cuando eso ocurre, las etapas legales están para eso. Para dilucidar, definir, aclarar dudas. Y sentar jurisprudencia a futuro. Eso ocurrió con el mentado artículo del ayudante técnico Alejandro Hisis. Dicen los que saben de temas legales, que la defensa jurídica de Cobreloa fue pobre en la segunda sala. Eso los condenó.
Está la arista deportiva. Al equipo loíno le restaron tres puntos de los que tenía. Le impiden jugarse en cancha la posibilidad de pelear por la permanencia, lo que no es poco. Peo esta resolución no los desciende. Ni siquiera los desciende la campaña conducida por Marco Antonio Figueroa, que ubicó a los naranjas en la mitad de la tabla. Son las malas campañas anteriores, esas que dejaron al equipo sumergido en la tabla, las que lanzaron a Cobreloa al pozo.
Y está la arista directiva. No es posible que el hincha calameño acepte la manipulación cruel que sus dirigentes quieren hacer con su dolor, su amor y su paciencia. Escuché decir a los máximos directivos loínos asegurar que “los habían descendido por secretaría”. Falso. No se dejen engañar. No se dejen engrupir. Fueron ellos los que por años hicieron todo lo posible para derrumbar a un gigante. Te puedes equivocar una, dos, cinco, diez veces. Pero cuando te equivocas cuarenta veces, uno ya piensa mal. Cuando sabes que le advirtieron a Alejandro Hisis que no se sentara en el banco porque corría un riesgo alto, y lo hace igual, uno piensa mal. Cuando contratan futbolistas que son representados por el mismo agente del entrenador, excluyendo a los demás, uno piensa mal. Cuando saben que empresarios mexicanos esperan la caída de Cobreloa para comprar el club, uno piensa mal. A Cobreloa le quitaron tres puntos, tal vez de la peor forma posible, fuera de la cancha y no dentro. Tal vez sea cuestionable la posición de los denunciantes. Pero a los naranjas les estaban pegando hace rato, desde dentro, sin disimulo, con la cara dura propia de quienes actúan mal intencionalmente.
Cobreloa recibió un golpe duro, fuerte, potente. Pero los grandes se caen, no se mueren. Y aquello que no te mata, solo te hace más fuerte. Y estoy seguro que Cobreloa no está muerto. Herido quizás, pero muerto jamás.