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Un partido con dos perdedores

Actualizado a

Pocas veces se da en la vida algo como lo que ocurrió este domingo en Chillán: que un partido termine con dos perdedores. Porque si bien Ñublense se impuso por 3-2, igual se fue a la B, por el empate de Antofagasta y el triunfo de San Marcos de Arica.

El partido prometía, para usar un término de moda, ser la pelea del siglo. Ñublense presentó el reclamo contra Cobreloa por la participación antirreglamentaria de Alejandro Hisis como ayudante técnico de los mineros. Lo hizo hace un mes, pero la segunda sala del Tribunal de Disciplina de la ANFP falló recién el jueves. Con ello, condenaban a los mineros a la Primera B antes de jugarse la opción en la cancha del Nelson Oyarzún. El partido dejaba de ser un "muere-muere" entre ambos, pero no lo hizo perder emoción. El asunto pasaba a ser una guerra.

Los jugadores de Cobreloa no les dieron la mano a sus rivales en el ritual previo al partido. Entraron a la cancha con el corvo entre los dientes y como si hubiesen bebido la chupilca del diablo (aguardiente con pólvora, lo que tomaban los soldados durante la Guerra del Pacífico).

El partido fue intenso, como se esperaba. Pasada la media hora, Cobreloa quedó con 10 jugadores por la acertada expulsión de Miguel Sanhueza. A Marco Antonio Figueroa lo echó el árbitro. El técnico ingresó a la cancha, amenazó al cuarto juez y ocupó un micrófono de la televisión, curiosamente el aparato al que regularmente le hace el quite, para tratar de rata al presidente de Ñublense.

Cobreloa estuvo dos veces arriba en el marcador, pero Ñublense lo dio vuelta. Cuando se jugaban los 89 minutos y habían anunciado cinco de descuento, los jugadores de la otrora Longaniza Mecánica supieron que habían finalizado los partidos en Arica y Rancagua. Corrieron como locos esos seis minutos finales, aunque sabían que no servía para nada.

Al final, el público chillanejo los aplaudió. Porque lo dieron todo.

La barra de Cobreloa, tal como la de Universidad de Chile aquella calurosa tarde de enero de 1990 en el Estadio Nacional, cuando los azules igualaron 2-2 contra Cobresal y se fueron a Segunda, se quedó media hora cantando y alentando a su gente. Los jugadores loínos, lejos de burlarse de sus rivales porque los acompañaban en el viaje a la B, lloraban emocionados por la respuesta de su gente. Creo que en ese preciso momento se juramentaron volver cuanto antes y borrar de la historia que fueron ellos quienes estuvieron en el primer descenso de la historia de Cobreloa.

Me acordé de cuando tenía 11 años y mi papá me invitó al Estadio Nacional a ver un partido que aparentemente no tenía ningún brillo: Audax Italiano vs. Trasandino de Los Andes. Le pregunté por qué ese y me explicó que sí o sí iba a ser un partidazo. Definían en cancha el descenso a Segunda, tras finalizar igualados en la tabla. Me explicó que el ser humano saca lo mejor de sí cuando tiene que sobrevivir. Quizás más que cuando lucha por un título.

Ganó Audax por 2-0. Y mi viejo tenía razón. Debe ser uno de los mejores partidos que vi en mi vida.