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El partido más difícil

¿Por qué Bolivia era el partido más difícil en lo que va de la Copa América? No por el rendimiento de los altiplánicos. Sin ser peyorativo, la distancia entre Chile y el equipo de Mauricio Soria era y es gigantesca. Tampoco era tan difícil quedarse con el primer lugar del grupo. Los dados estaban lanzados, resueltos. Hasta con un empate la Roja se quedaba con la cima de la zona.

Era el partido más difícil porque había que espantar fantasmas. Fantasmas incómodos. Fantasmas no gratuitos. Fantasmas que nunca se van, siempre están latiendo en la órbita. El fantasma de la indisciplina y de los errores propios, de las figuras que se caen, del miedo interno, el más severo y aniquilador de todos.

Cuando algunos defienden el ganar como sea, aunque sea jugando mal, les muestro la goleada que le dio Chile a Bolivia como argumento contrario a esa tendencia. Porque si el equipo de Sampaoli ganaba 1-0 eran tres puntos igual y se quedaba con el grupo. ¿La sensación habría sido la misma? ¿El impasse Vidal se habría dado por superado? ¿La pelota habría sido, otra vez, la protagonista de estas crónicas? Por supuesto que no. La forma siempre importa. Siempre.

Chile aprovechó todo. Bolivia fue el rival ideal para ser goleado. Gol de entrada, timorato, ingenuo, con poco peso ofensivo. La Roja se dio ciertos lujos, como alinear en el segundo tiempo a los zagueros centrales más bajos en la historia del fútbol chileno (Marcelo Díaz y Gary Medel) y no pasar zozobras, probar alternativas como Pizarro, Henríquez, Fernández y hacer en el segundo tiempo tres goles, sin Alexis Sánchez y sin Arturo Vidal en cancha, lo que no es poco.

Chile ganó su partido más difícil. Contra esos fantasmas que amenazan con volver si no son controlados a tiempo. Lo que se viene, gane o pierda el equipo, no va a ser peor de lo que pasó. El vaso medio lleno, que le llaman.