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¿Qué Diablos Hacemos?

Actualizado a

Estamos en un zapato chino. El problema es gigante, viene desde mucho antes de la Copa América y se reactivó apenas comenzó el fútbol local. La violencia en el fútbol chileno está de regreso, goza de buena salud y volvió para quedarse. Sí, para quedarse, porque hay que admitir que, más allá de las leyes, reglamentos, planes y cambio de gobierno, el fenómeno no se logra controlar por parte de las autoridades y los clubes.

Los incidentes del jueves pasado en el estadio Nacional durante el choque entre Universidad de Chile y Curicó fueron el toque de alerta. Ese grupo de barristas de la U que invadió la cancha, detonó bombas de ruido y lanzó bengalas estaba esperando que corriera rápido la Copa América para volver a sus andanzas. Nada nuevo, lo viene haciendo hace rato y le importa poco y nada que puedan recaer sanciones sobre el club. ¿Cuál es la idea? ¿Desestabilizar a Carlos Heller? ¿Joder a Estadio Seguro? ¿Legitimar su liderazgo dentro de la barra? ¿Todas las anteriores?

El episodio de este domingo en el clásico entre Everton y Wanderers fue más grave aún. Decenas de tipos agarrándose a palos, arrasando con todas las barreras que tenían en frente y en una actitud que hacía pensar que estaban dispuestos a todo no puede pasar como un capítulo más dentro del espiral de violencia en fútbol chileno. ¿Qué estaríamos diciendo si un barrista le partía ese palo en la cabeza a otro y lo mataba? ¿Tenemos que esperar que la sangre llegue al río para adoptar medidas más radicales?

Durante la Copa América estos tipos se quedaron fuera. Y la fiesta fue impecable. Hubo complicaciones mínimas como lo ocurrido a la familia de Messi y otros hechos aislados. Pero en la revisión general el balance fue satisfactorio. El inédito respeto a la entonación de los himnos de Bolivia, Perú y Argentina nos indica que trabajar por un cambio cultural da buenos resultados.

Está claro que el perfil de la gente que asistió a los estadios durante la Copa América tiene poco que ver con la mayoría de las personas que integran una barra. La organización de la Copa América fijó precios internacionales y vendió un altísimo porcentaje de las entradas a las empresas que a su vez las colocaron entre sus clientes y proveedores. También fundaciones y agencias de viajes adquirieron boletos. En ese contexto, y dada la altísima demanda que entre gente común y corriente había por los tickets, las facciones más radicales de las barras se quedaron afuera.

Pese a al éxito de conducta del público replicar el modelo de la Copa América en los torneos locales es imposible. Por varias razones. Primero porque para mucha gente que se interesa por la Roja, el campeonato local no tiene el mismo atractivo, ni cerca. Segundo porque no se puede cobrar lo mismo por un torneo internacional, con figuras mundiales, que por un campeonato local de clubes, obviamente se trata de un espectáculo de menor valía. Tercero porque a las empresas no les interesa asociarse ni premiar a sus clientes con boletos para un torneo donde es inseguro asistir y el gran público sabe poco. Esto último, una derivada del pésimo marketineo del fútbol chileno producto del CDF y su horrorosa política de cesión de imágenes y uso del archivo.

Chile volverá a jugar en octubre por las Clasificatorias a Rusia y mientras tanto hay que ver qué diablos hacemos con estos actos de violencia y quienes los protagonizan. Es evidente, y los hechos en Sausalito y el estadio Nacional lo corroboran, que la presencia de Carabineros en dentro del estadio es indispensable. Definitivamente no estamos preparados para otro modelo. Por lo demás, si tanto se postula que el accionar de Carabineros debe ser preventivo y no represivo, cuál fue la idea de sacarlos del estadio y solicitar su presencia sólo cuando hay situaciones fuera de control. Es una contradicción.

Ahora bien, la presencia de Carabineros no soluciona el problema, es volver donde estuvimos y corregir un mal diseño. Las medidas tienen que ir más allá por muy impopulares que sean. Si durante un tiempo los clásicos se deben jugar sin público visitante qué vamos a hacer. Será una lata, pero hay que hacerse cargo, es consecuencia de un problema que a todos se nos escapó de las manos y tiene raíces sociales que van mucho más allá del fútbol. Por otro lado, debe también haber un acuerdo político entre los clubes. Y el directorio de la ANFP poner mano dura. Hay que provisionar más recursos para invertir en seguridad. Pero plata en serio. No un saludo a la bandera. El CDF genera harto dinero y es hora que parte de esa plata vaya a evitar los actos de violencia que sus propias pantallas censuran. Es tiempo de dejar de pasarse la pelota entre las autoridades políticas y los clubes. Que cada cual haga su trabajo, pero mejor de cómo lo han hecho hasta ahora. Tolerancia cero, por favor, de una vez por todas.