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Van apenas dos partidos de la Copa Chile. Imposible sacar conclusiones tajantes. Ni para los que ganaron sus dos partidos ni para quienes los perdieron. La diferencia entre un pleito y otro en algunos casos, como la Universidad Católica, fue enorme. Le hizo seis a Barnechea goleando en el debut. Audax le convirtió tres, en un duro aterrizaje en el segundo partido.

Digamos la verdad. La Copa Chile siempre fue mirada con desdén por los equipos que peleaban por el torneo local. Sólo cuando estaban en fases avanzadas se les abría el apetito y cuando obtenían la corona recordaban el peso de este torneo paralelo. Pero la verdad sea dicha, nadie se la tomaba muy en serio. Era la instancia para probar gente nueva, poner a punto a algunos jugadores (lo que tampoco está mal), pero comenzaba a ser competitiva mucho más adelante.

Esta edición de la Copa Chile otorga un sitio para la Libertadores del 2016. Una recompensa que no es menor. Muchas veces las temporadas discretas se "salvan" con la clasificación a un torneo internacional. Jugar con los equipos del resto del vecindario reporta beneficios deportivos y, sobre todo, económicos.

Es el momento del asalto, de tomarse en serio este campeonato. Todos estamos mareados aún por el éxito total de la Copa América. Exito en la organización, ni hablar en lo deportivo. Está selección, en el mediano plazo, apagará la luz de sus principales referentes, todos ellos jugando hace rato en las mejores ligas del mundo. Más rápido o más lento, llegará el recambio. Es el turno de los clubes, los necesarios formadores de los seleccionados del mañana, para que este faro no sea solo el trabajo de una generación iluminada.

El Chile de Sampaoli mostró una ruta. Ganar por tratar de ser mejor, no ganar como sea. Pensar en el arco contrario, pero también en el propio, sin esos esquemas suicidas que antes presentaba el casildense y que algunos entrenadores, como Mario Salas, aún no logran equilibrar.

El diagnóstico fácil es retratar la enorme diferencia en el fútbol que vimos en el mes de junio con el actual. Obvio. Indesmentible. Yo prefiero quedarme con el forzado aliento a un campeonato que no puede desaprovechar esta instancia. El camino está trazado. Ahora es el turno de los clubes de tomárselo en serio.