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Unión La Calera alineó este sábado a seis extranjeros y aunque en su visita al Bicentenario Elías Figueroa cayó por la cuenta mínima ante Santiago Wanderers, el resultado final del partido será 3 a 0 en contra. El reglamento es claro. Permite un máximo de siete extranjeros por plantel pero solo cinco en la cancha. El error del técnico calerano Ariel Pereyra no es el primero y, quizás, no será el último mientras exista esta discutible norma que se ira corrigiendo a la baja recién en los próximos años.

Yendo al caso puntual se podrá argüir que el entrenador fue el gran responsable, dirán que paveó, fue desprolijo o que su cuerpo técnico también falló porque nadie le advirtió la equivocación. Ok, hubo una desatención grave, como antes la tuvieron Luis Marcoleta, Oscar del Solar, Arturo Salah, el Coto Sierra e Ivo Bassay, pero saben algo, el artículo que permite un número tan elevado de jugadores foráneos en el fútbol chileno sigue siendo un desastre. Pereyra, por lo demás, fue despedido por los nuevos dueños de La Calera.

La norma, en su origen, supuestamente buscaba estimular la competencia, hacer un torneo más atractivo y generar el efecto espejo para que los más jóvenes de cada plantel aprendieran de los extranjeros. En este tiempo nada demuestra que el objetivo se cumplió. Por el contrario, el torneo exhibe una preocupante tendencia de público a la baja, los resultados en los torneos internacionales son pobres y tuvo que implementarse por secretaría una norma para que juegue un sub 20 tanto en la Copa Chile como en el Torneo de Apertura 2015-2016. Encima, la tabla se desvirtúa porque quienes incumplen la norma pierden automáticamente los tres puntos. ¿Quién entiende? ¿Por qué hubo que hacer una rebaja gradual y no inmediata?

Si se va a obligar a los clubes a tener un sub 20 en cancha, acaso no sería mejor preguntarse por qué sigue vigente la norma de los siete extranjeros. No correspondía primero bajar esa cuota para que los jóvenes tuvieran más posibilidades de jugar. Ambas exigencias son como el agua y el aceite, incongruentes, una fracasó, pero sigue activa este año, la otra busca corregir la distorsión. Se pretende borrar con el codo lo que se escribió con la mano.

Antiguamente, el debate se centraba en cómo los extranjeros ocupaban plazas estratégicas donde el fútbol chileno tenía carencias formativas y, por ende, pocas alternativas para la selección. Todos escuchamos alguna vez y constatamos asistiendo al estadio que los arqueros, zagueros centrales, volantes creativos y goleadores eran extranjeros.

Pese a que el diagnóstico se ha mantenido por décadas, hace un tiempo, algunos señores iluminados no hallaron nada mejor que subir a siete el número de extranjeros. Pocos calcularon –o tal vez sí – que la medida iba a impactar directamente el desarrollo e inversión en el futbol de cadetes. Salvo ciertas excepciones, ¿para qué gastar tantos recursos en el futbol formativo si se pueden contratar siete extranjeros? Mejor poner ahí la plata, no les parece.

Es cosa de sumar dos más dos para darse cuenta que la norma atentó contra el desarrollo de los futbolistas jóvenes y no favoreció el espectáculo como se pensó en algún momento. Las políticas deportivas del fútbol chileno tienen que adoptarse tomando en consideración el parecer de otros estamentos de la actividad como el Colegio de Técnicos, Sifup e incluso el comité rector del INAF. No digo hacerlos parte de la votación, pero al menos, es importante saber qué opinan. Cuando las directrices técnicas las toman solo los dirigentes el riesgo de equivocarse es mucho mayor.

Si la norma del sub 20 en cancha surgió como respuesta a la pésima campaña de Hugo Tocalli en la selección de la categoría, los malos aprontes de Alfredo Grelak en la Sub 17 y la intención de darle oportunidades a una generación de gran potencial como la del año 97, está bien, se entiende. El título de la Alcudia demuestra que hay materia prima interesante. Lo que, en verdad, cuesta comprender es que esta exigencia conviva con la norma de los siete extranjeros. Afortunadamente, en 2016 viene el recorte. Más vale tarde que nunca.