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¿Cómo distinguir a quienes les irrita que la selección gane? Algunos bocetos:

-Su primer análisis comienza con un pero. "Pero Brasil ya no es el mismo". "Pero el panorama internacional ha cambiado". "Pero importa como se termina y no como comienza".

-Le exigen a esta generación de jugadores éxitos que otros ni siquiera han rozado. Hasta hace poco enarbolaban el "nunca han ganado nada", olvidando que a nivel de selección nadie había ganado algo.

-Aseguran que el cuerpo técnico sobre-exige a los jugadores. ¿Qué es eso? ¿Por qué se lesionan siempre los mismos? A lo mejor no es sobre exigencia, es alto nivel. Y no todos lo resisten.

-Cuestionan que varios de estos futbolistas militen en los mejores equipos del mundo. "Ahora es más fácil jugar afuera". Es probable, pero los clubes podrían no contratarlos. Nadie los obliga. Quizás los suman a sus filas porque son buenos. ¿O no?

Dicho esto, hay que asumir que pocos, muy pocos, habrían firmado los seis puntos del arranque eliminatorio hace una semana. Tres puntos ya era bueno. Cuatro era casi una quimera. Seis es extraordinario. Un comienzo feroz, porque ambos partidos se ganaron con mérito y justicia.

En este contexto, hay varios puntos a destacar. El sistema está por sobre los jugadores. Pero como ocurre con cualquier estructura de juego, las individualidades marcan una distancia que es capaz de destruir cualquier dispositivo defensivo.

Chile tiene a Alexis Sánchez. Hoy jugar con el tocopillano es trampa. Hace dos semanas, los agoreros del fracaso (cada día con la cara más roja de vergüenza), destacaban la sequía goleadora del nortino en el Arsenal. Que lo suyo era solo pirotecnia, que no es un gran goleador, bla bla bla.

La curva goleadora del 7 de la Roja comenzó antes de llegar a Chile. En una semana hizo seis goles por los Gunners. Llegó encendido. Contra Brasil asume el testimonio de jugar, mucho rato, solo en punta. Tenía escuderos como Vargas, Valdivia y Mark, que venían desde atrás. Pero su velocidad y capacidad de intuición le permitían meterse en el área como ninguno. Alexis crea y define. El segundo gol a Brasil así lo demuestra, con asistencia de Arturo Vidal.

En Lima simplemente la rompió. A Chile le hicieron tres goles. Con esos goles en la canasta es difícil ganar un partido. A menos que tengas en tus filas a un iluminado. Sánchez anota dos goles y es esencial para los otros dos. Un fuera de serie, un crack de cualquier época, que se para con desplante y puede jugar en cualquier equipo. Cualquiera.

El mérito de Sánchez no está solo en su talento y precocidad. Debutó en Primera a los 15. A los 16 jugaba en la Roja. A los 17 era titular en Chile. Su diferencia está en la insistencia. Siempre quiere jugar. Siempre quiere ganar. Siempre entrena full, como si todo le costara demasiado, cuando es exactamente al revés. Nunca está satisfecho. Sánchez pertenece a una generación de chilenos que creen que se puede ser campeón de todo en todas partes. Una generación más saludable que la nuestra.

Otro dato para distinguir a quienes les carga que este grupo de jugadores ganen. No destacan los 31 goles que lleva Alexis. No. Remarcan que los ha convertido en muchos más partidos que otros legendarios y grandes arietes chilenos. Es cierto el dato, pero uno elige qué mirar. Esta generación obliga a un cambio de paradigma soberbio: mirar el vaso medio lleno, quienes vean el vacío seguirán pegados en un pasado de pocos éxitos.

Cierto, Cueva se hizo expulsar de manera torpe y eso ayudó mucho. No fue el mejor partido de Chile. Importa el final de la carrera más que el comienzo. Los jugadores lo saben mucho mejor que quienes opinamos de afuera. Los de afuera somos de palo, de madera. Los relevantes juegan, no opinan.

El Niño Maravilla, el Niño Godzilla, atacó de nuevo. Azotó Lima. Y sigue con hambre.