Violento
No había manera de estropearlo. Y lo hicieron. No había modo de echar a perder este 2015 tras la obtención de la Copa América. Pero lo lograron. No se preocupe en buscar demasiado a los culpables, son los mismos de siempre, los que profitan del fútbol, desde su posición de dirigentes, desde su rol de dueños de clubes, desde la butaca del hincha que en realidad no es hincha y que es apenas un soldado de causas que ni siquiera entiende.
Es fácil caer en la virulencia verbal. Simple, sencillo, efectivo y pirotécnico. Es fácil, porque es defender una causa ganada en la que todos estamos de acuerdo.
Este 6 de diciembre terminó de la peor manera posible. En este mismo sitio hemos advertido cómo han destruido el fútbol desde todas sus veredas. El torneo más corto del planeta terminó con un campeón que no pudo ni siquiera jugar su partido y con su contrincante que no cerró su respectivo duelo, por incidentes graves.
En el diagnóstico estamos todos de acuerdo. Pero es necesario, es nuestro deber incluso, buscar los orígenes. Detectar eso es urgente para buscar una solución real. A largo plazo. Con la paciencia de las cosas bien hechas.
Es atractivo hablar de mano dura contra todos y calificar de lumpen a todo quien vista una camiseta de fútbol. Al menos yo no estoy dispuesto a hacer eso. Porque la forma de erradicar la violencia en el fútbol es entender, comprender su origen y erradicarla de la sociedad. Es violento el tipo que ingresa a la cancha con un fierro en la mano, sin duda. Es condenable el que agrede al otro solo por usar una camiseta de otro color. Qué duda cabe. Pero es tanto o más violento quien defiende estas prácticas, quién las promueve, las protege. Es tanto o más violento el que no se mancha las manos, pero financia estas actividades, transa, crea una política, una maquinaria con estos códigos carcelarios.
¿El camino para atacar la violencia es más violencia y represión? Para mí al menos no. Como tarea inmediata, puede ser. Se lo doy. Como resultado a largo plazo y perdurable, no se aventura ningún éxito. Botar la basura debajo de la alfombra jamás, pero jamás, ha sido el antídoto.
Si la sociedad es violenta, el fútbol será violento. Es probable que se exprese de manera más explícita, pero cuando empresarios se coluden para estafar ciudadanos por once años, es de una violencia desatada. La intolerancia, la miopía, el clasismo, la arrogancia, es de una violencia que parece aceptada, promovida, incluso aplaudida.
El discurso de estadio Seguro no resiste demasiado análisis. Su rol únicamente de coordinador ya demostró no dar el ancho con la génesis de la violencia. ¿Por qué? Porque a nuestra clase política, no le interesa ni le importa atacar sus reales orígenes, esa desigualdad que hay que conocerla para entenderla. Ser etiquetado por el origen. Marcado por la presencia o el apellido. Algunos lo hemos vivido. Y eso es profundamente violento. Y estático.
¿Hay que salvar al fútbol de la violencia? Por supuesto. Pero el deporte no es una isla en medio de un océano. No ocurrirá si la sociedad sigue siendo agresiva y discriminatoria.
Los dueños de clubes merecen párrafo aparte. Viven del Estado, pero cobran como privados. En su mayoría usan recintos del Estado. Y cuando deben invertir en seguridad, contratan empresas para cumplir con el mínimo de la ley, con escasa instrucción y mínima relevancia. Pero cobran como privados. Eso también es profundamente violento.
Robar, aceptar coimas, sobornar, como lo hizo Sergio Elías Jadue Jadue, es tremendamente violento.
Nosotros los medios de comunicación, analizando solo la máscara del asunto, sin entrar en la profundidad, imponiendo modas que no son, evadiendo las causas reales de la violencia, catalogando, discriminando, etiquetando, también somos responsables. Y eso es violento. Profundamente violento.
El peor escenario posible. Un campeón que ni siquiera juega. Un rival que no puede terminar su cotejo por incidentes. Dirigentes escapados. Dinero invertido en paraísos fiscales. Torneo de bajo nivel. Asistencia mínima. Fútbol descabezado. Canal del Fútbol empecinado en liquidar la memoria. Dirigentes que se extorsionan. Eso también es profundamente violento.
Justo el año que Chile gana la Copa América por primera vez, con un grupo de jugadores que en su mayoría crecieron con esa misma desigualdad, con esas mismas expectativas estrechas, con el mote de flaite y de lumpen. Ellos salieron desde el punto de vista económico, pero las fisuras en su desarrollo siguen ahí. Y a nadie parece importarle. Eso es profundamente violento.