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Triste, solitario y final

No da ni para molestarse. Ni para sentir rabia. Da pena. El fin de año del fútbol chileno es triste.

El presidente del fútbol chileno huyó del país. Las autoridades chilenas le permitieron escapar. Antes de arrancarse hizo un asado con sus amigos en una de las cinco propiedades que adquirió con dineros mal habidos. Dicen algunos de los asistentes que la carne estaba sabrosa. Asilado en Estados Unidos, donde confesó ser corrupto y se convirtió en soplón, el timonel del balompié chileno pactó con un canal de televisión que lo ubicó en su escondite: no daría ninguna entrevista, pero se dejaría grabar. Se puso su short blanco, sus chalas oscuros y actuó caminar como cualquier hijo de vecino. Patético.

Incidentes graves en Valparaíso. Sin soluciones ni cortas ni largas. Pese a que todos vimos a los autores de los hechos, ninguno quedó detenido. Ninguno. La autoridad simplemente no quiere tomar cartas en el asunto. ¿Por qué? Porque investigar el caso significaría entrar en la verdadera violencia, la del poder, la de la marcada desigualdad, la crueldad del que tiene, ese que contrata al que no tiene para enrolarlo como verdadero soldado. Si se investiga caerían presidentes de clubes, importantes empresarios, dueños de instituciones, ex ministros de Estado, políticos de alta alcurnia. Los verdaderos violentos. El esquema le sirve a todos. No vayan al estadio. Contraten CDF. El Canal crece. Reparte más dinero. Menos gente a la cancha. Menos inversión en seguridad. Ahorro de plata. Todos ganan, menos el producto y los hinchas reales, que son la mayoría inmensa. Patético.

Estamos colmados de hinchas de la hinchada. Pintorescos personajes, que no conocen la historia del club que dicen alentar, que ni siquiera serían capaces de recitar la formación, que creen en el aguante y en la pintura y no en la pelota. Son minoría, pero meten ruido. Comprar una entrada, para el hincha común, es una odisea. Entrar al estadio es otro lío. La revisión es completa. Pero a estos hinchas de la hinchada nunca le faltan entradas y pueden ingresar al estadio con todo lo que deseen portar. Pactan con los dirigentes y con la policía. Corrupción con todas sus letras. Patético.

Periodismo de corta mirada. Competencia de quien insulta más, habla más fuerte, gesticula con más histrionismo y sugiere medidas que suenan radicales pero que no superan el problema más allá de la cáscara. Nosotros también somos culpables. Pedimos la pacificación insultando. Pedimos el regreso de la familia al estadio y después muchos alegan porque el público de la selección no canta,no alienta, no grita, no se expresa. ¿En qué quedamos? Lo único tan nefasto como los hinchas de la hinchada es el periodismo para periodistas. Autrocrítica realizada. Para que no digan que no se dijo.

El torneo más corto del mundo no entrega la Copa para el campeón. El presidente del campeón, el mismo día que se producen los incidentes más graves de la última década, llama a los hinchas a manifestarse, en vez que conducirse un día, solo uno, un ratito que sea, por el camino de la prudencia. Pese al desatino de su timonel, Colo Colo, como cualquiera que haya ganado un trofeo, merece recibirlo. Y la ANFP, ese organismo descabezado y anárquico, decidió entregarlo en la primera fecha del campeonato 2016. Patético.

La liguilla comenzará a jugarse antes que termine el torneo regular. El partido entre Wanderers y Colo Colo nadie lo quiere recibir, aunque se juegue sin público en las tribunas. Las autoridades políticas y del fútbol renunciaron a la pelea. Asumieron la derrota ante la violencia. Programan de acuerdo a los vándalos. Por eso jugamos los clásicos al mediodía, por ejemplo. Patético.

Verborrea política. Comisiones de todo tipo. Piden mano dura, pero solo contra algunos. Mano dura contra quien usa el palo, pero jamás contra el dueño del palo. Jamás.

Quedan pocos días para que termine el 2015. Y así como vamos, algo peor puede pasar.