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Cuesta abajo en la rodada

Hace rato el tenis chileno está haciendo agua por todos lados. El espejismo de la Copa Davis y un equipo joven capitaneado con solvencia por Nicolás Massú no oculta la seria crisis que vive el deporte más exitoso en la historia de Chile. El emplazamiento que los jugadores de la Davis le hicieron a la federación sintetiza los tiempos que corren.

El panorama es dramático y el origen de la caída tiene ramificaciones que nos remontan varios años atrás. El declive ha sido progresivo y supera con largueza la cuestionada administración de José Hinzpeter. Es que hubo un error en el que pocos reparan y que contribuyó a que el estado financiero de la federación estuviera siempre al debe: el pago a los jugadores de la Copa Davis. El gran evento copero fue a lo largo del tiempo un muy mal negocio.
Este ítem, que en los últimos años de Fernando González y Nicolás Massú se corrigió a montos razonables, gesto incluido de ambos jugadores, tuvo su peor expresión en las mejores temporadas de Marcelo Ríos cuando al zurdo se le pagaba una cifra desproporcionada por integrar el equipo. Cómo olvidar que bajo la administración de Carlos Herrera el ex presidente debió poner muchas veces plata de su bolsillo para cuadrar los ingresos y gastos de la Davis. Por aquella época, el Chino era una estrella mundial y aunque cobraba menos que en las exhibiciones el solo hecho de que la federación tuviera que cancelarle 120 o 140 mil dólares por cada serie impedía que hubiese utilidades para desarrollar el tenis local.

Si la Copa Davis generaba, entre el aporte de la ITF, derechos de televisión, auspiciadores locales y venta de entradas unos 170 mil dólares, se gastaban 200 mil o más. Y el forado era más grande cuando Chile actuaba de visita. Es como que la ANFP le pasara a los jugadores de la selección chilena, de aquí a 2017, la totalidad de los 109 millones de dólares que recaudó por la venta de los derechos de televisión a Mega. Imposible. De hecho, hoy hay clubes que cuestionan que los premios hayan subido de 6 a 15 millones de dólares en caso de clasificar al Mundial de Rusia. ¿Responsabilidad de Ríos? En el pedir no hay engaño. El error no forzado fue haber intentado empatar o la lógica de la menor pérdida posible a cambio de un éxito deportivo que nunca llegó. No nos olvidemos que pese a su enorme calidad el Chino nunca pudo llevar a Chile al Grupo Mundial de Copa Davis.

A fines de los 90, el preparador físico Manuel Astorga le recomendó a Ríos no jugar todas las series de Copa Davis porque disputaba más de 30 torneos por año, dos o tres exhibiciones y estaba sobre exigiendo su cuerpo. El tiempo le dio la razón al PF dado que el zurdo, que no acogió la sugerencia, se empezó a lesionar ya que ganaba muchos partidos en la temporada y su agenda no le daba respiro. El mismo respiro que requerían las arcas de la federación en la Davis.

Si bien para la federación chilena es impensable llevar a cabo políticas de desarrollo como las entidades europeas o las cuatro que organizan los grand slam (Australia, Francia, Inglaterra y USTA) con millonarias utilidades, la Copa Davis pudo ser, administrada de otra manera, una fuente de ingresos clave para la orgánica. Uno hubiera esperado que la Davis acabara siendo un polo de generación de recursos y no un dolor de cabeza financiero.

Este recuerdo aporta al contexto y responde, en parte, a una de las preguntas más frecuentes de los últimos años: ¿Por qué el tenis chileno no capitalizó el éxito de Ríos, Massú y Gonzalez? Lo anteriormente expuesto no es la única razón, pero sí uno de los factores principales. La Copa Davis nunca generó utilidades. Y la gestión comercial global, salvo bajo la presidencia de Andrés Fazio, siempre fue deficitaria. En ese marco, cuesta entender, por qué Jaime Fillol que dirigió la ATP y sostuvo contra viento y marea por más de 20 años un torneo clase A en Chile no haya tenido una oportunidad real de conducir la federación.

La crisis tiene también otras explicaciones en el tiempo: la irrupción de las academias y el paulatino desinterés de los clubes por mantener su carácter formativo, el divorcio entre los técnicos y la federación que hoy alcanza un punto culmine, el debilitamiento progresivo de las asociaciones, la escasez de dirigentes capaces y con pasado deportivo, la dependencia de un sistema estatutario anacrónico, la insuficiente gestión comercial y administrativa y el nulo aporte estatal en infraestructura. El recinto donde estaba emplazada La Casa del Tenis fue restituido a la Municipalidad de San Miguel, previo pago de 150 millones de pesos, porque había consenso de que era necesario hacer un cambio. El problema es que el traslado a las canchas de Cerro Colorado, nominalmente un acierto, se firmó y luego amplió a un período muy acotado y no supuso una inversión real en infraestructura deportiva. Actualmente, las canchas no poseen dimensiones reglamentarias y el convenio entre la federación y el Serviú tiene serios reparos de parte de la Contraloría General de la República. El informe es lapidario, denuncia incumplimientos y plantea causales concretas para poner fin al acuerdo. Otro flanco abierto para la actual administración.

La renuncia del vicepresidente José Santelices hace algunos días fue un sano ejercicio de autocrítica, algo tardío, pero sano a fin de cuentas. Admite que la institución está anclada en formas arcaicas de gestión, cuenta con funcionarios de dudosa capacidad y está marcada por la mediocridad y la resistencia al cambio. A confesión de partes, relevo de pruebas.

A Hinzpeter y su directorio, o lo queda de éste, no cuesta nada pegarle hoy por hoy. El cierre de su período transita por los caminos del oscurantismo. En mi opinión no se le puede cuestionar que haya arrendado parte del predio para la construcción de canchas de padel o un gimnasio que no llegó a concretarse. Los recursos son limitados y ambas vías de financiamiento eran razonables. Tampoco se le puede criticar su labor en la Davis ya que los resultados fueron extraordinarios en 2015. Bajo su administración hubo un fuerte apoyo económico, vía ADO e IND, para los menores más destacados como Tomás Barrios, Miguel Pereira y Matías Soto, entre otros. El tema de fondo va más allá y tiene que ver con la exasperante inacción en el desarrollo del tenis en su globalidad.

El tenis de base está en el suelo. Las asociaciones están lideradas en un porcentaje significativo por dirigentes que no representan a los clubes más importantes de sus regiones y se han aferrado egoístamente al cargo. Qué decir del tenis de menores cuya actividad exhibe los números más bajos de su historia y solo se mantiene gracias al entusiasmo de los jugadores, sus padres y entrenadores. El sistema de competencia está agotado. Urge un cambio radical ahí. O cómo se explica que los últimos dos torneos del año, un G1 en Temuco y un G2 en La Serena, cuando se define el ranking de fin de temporada, hayan tenido cuadros de 8 o menos jugadores y una gran cantidad de walkovers. Algo no está funcionando.

El trabajo federativo no es fácil. Hay que manejar recursos limitados, ser ecuánime con las regiones, desarrollar el tenis de menores, encargarse de las selecciones y sus giras, ayudar a los jugadores más destacados, capacitar permanentemente a los técnicos, coordinar y patrocinar un circuito adulto, organizar torneos futuros y la Copa Davis. Hay un montón de pega. Pero se puede hacer mucho mejor. Este año la federación perdió definitivamente el auspicio de Milo que por décadas apoyó el tenis de menores. Y no me vayan a decir que sus políticas cambiaron porque continuó siendo sponsor de corridas en Chile y auspició un challenger en Colombia. Milo se retiró porque fue mal atendido al igual que Sparta (Head) que decidió poner término al vínculo porque no quiso seguir asociado a una entidad con mala imagen según la versión de su gerencia.

Es tiempo de cambiar. De un acto de autocrítica y generosidad de los actuales dirigentes. Da lo mismo qué tan política o no sea la salida de las autoridades en ejercicio. Consenso más o consenso menos lo que vale es que el nuevo presidente y sus directores elaboren un plan que acabe con el estancamiento, promueva la participación de los clubes, ex jugadores y técnicos y permita seducir a las marcas. Las asociaciones deben hacerse cargo del problema y comprometerse a que su representación sea fidedigna, no un acomodo de la cuota de poder autoadjudicada a partir del desinterés de otros actores. La federación debe recuperar la credibilidad y volver a ser inclusiva o el colapso será mayor. Por estos días soplan vientos de cambio. No dejemos pasar la oportunidad. O puede que después sea tarde.