El día que se fue Sampaoli
Confieso que nunca pensé que a Jorge Sampaoli le iría tan bien en la selección chilena. Si bien había realizado una campaña enorme en la Universidad de Chile, tenía dudas sobre el salto a la Roja. Era una apuesta. Resultó. Me equivoqué, por suerte.
Confieso que me gusta su manera de parar los equipos, su modo de jugar. Creo que si bien Marcelo Bielsa es el creador del modelo y el hombre indicado para conformarlo, nadie mejor que Sampaoli para llevarlo a cabo en cancha. En el rectángulo verde me declaro sampaolista.
Confieso que me da pena el final de esta historia. Porque yo fui de los que creyó en el discurso del amateurismo. Soy uno de quienes detectó una brisa de aire fresco en un entrenador que además de ganar estaba preocupado del contenido. Un hombre de fútbol que no provenía del fútbol, pues nunca fue jugador profesional. Por eso me duele el final de esta historia. Mucho.
Confieso que debido a esa admiración por Sampaoli es que se me cayó tanto en su idea desesperada de partir. Hace rato veías a un entrenador que estaba más afuera que adentro, que predicaba una cosa pero actuaba de un modo diferente. Que era capaz de negociar con un férreo escudo, lejos de aquel discurso que algunos abrazamos con devoción.
Confieso que soy pesimista. Creo que lo que venga no será tan bueno en lo futbolístico. Creo que repetir un 2015, con esos resultados en cancha y esa aplanadora forma de jugar, es casi una utopía. Fue. Se acabó. Quizás Chile vaya a su tercer Mundial consecutivo, pero pararse frente a los rivales, mirarlos a los ojos y creer que le puedes ganar a cualquiera, dudo que se repita.
Confieso que me molesté con Sampaoli. Lo vi altanero, soberbio, con un doble discurso, chantajeando emocionalmente, desmintiendo pruebas reales, molesto porque solo le pedían enmarcarse en la legalidad. Ese no era el Sampaoli del 2012, ni el de la Copa América. O quizás siempre fue igual y el equivocado era yo.
Confieso que con Sampaoli se va el rock de Juan Pinto Durán. Para algunos puede ser una lesera, pero para mí es una forma de vivir, una actitud ante el mundo.
Pero Sampaoli se fue mal, cuando pudo irse como rey. Mal aconsejado, con golpes personales importantes, con un grado de inquina y resentimiento sorprendente, el casildense solo quería partir. Lo consiguió. Ojalá le vaya bien. Pero así como a Chile le va a costar encontrar un entrenador que le entregue al equipo esta forma de jugar, igual de complejo será para el entrenador encontrar un sitio donde lo traten como lo hicieron en su paso por la Roja. Con el tiempo, la calma, la prudencia, Sampaoli se dará cuenta que él también perdió algo importante. Una de esas cosas intangibles, que no se mercadean en la bolsa. Eso que llaman respeto.