Once años, más de cuatro mil días, han pasado desde que Mauricio Pinilla anotó su último gol vistiendo la camiseta de Chile. Fue el descuento de la Roja en su visita a Asunción con motivo de las Clasificatorias para el Mundial de Alemania 2006 en un partido que marcó la salida de Juvenal Olmos al mando del equipo.
En 2005 Pinigol figuraba en los registros del Sporting de Lisboa donde su hasta entonces emergente carrera comenzó a declinar profundamente. Fueron años de oscuridad, profesional y personal, según confesaría el propio Pinilla años más tarde y una errática secuencia de militancia en clubes de España, Escocia, Brasil y Chipre. Casi cuatro años en los que jugó muy poco y anotó apenas 6 goles.
La redención de Pinilla llegó en la Serie B de Italia. El Grosseto le permitió, literalmente, volver al futbol y tener una nueva oportunidad. Fue el goleador del ascenso en la península con un promedio de casi un gol por partido y fichó en clubes de mayor envergadura. Desde la temporada 2010 ha jugado por el Palermo, Cagliari, Génova y Atalanta anotando 51 goles entre ligas y copas. Un renacer que le permitió regresar a la Roja aunque nunca como un indiscutido.
Este martes, al fin, Pinilla tendrá su oportunidad al comandar el ataque de Chile ante Venezuela. Después de decenas de apariciones viniendo desde el banco, de minutos a cuentagotas, de ese palo maldito en el Mineirao que pudo convertirlo en héroe, el ex goleador de la U dispondrá de una posibilidad cierta para cambiar su rol secundario en el plantel. La Roja necesita gol, tres puntos vitales para seguir en carrera por un boleto Rusia 2018 y Pinilla es el elegido de Juan Antonio Pizzi. Doce años después de marcar el tanto del triunfo ante Venezuela en San Cristóbal el destino le brinda una nueva opción. ¿Se la merece? ¡Vaya que se la merece!
El pulsómetro, ese subjetivo indicador que revela la opinión del hincha a través de las redes sociales y otros mecanismos de discutible valor metodológico, siempre ha estado dividido en torno a Pinilla. Hay quienes lo consideran prescindible, algunos incluso no lo consideran un aporte dentro de los nominados, pero también hay otros que creen firmemente que hay que darle una oportunidad desde el primer minuto. Pinigol, a su turno, se lo toma con paciencia y humildad. “Estar en la selección es un premio, juegue un minuto o 90”, asegura.
Pues bien, llegó el momento. A los 32 años y con el aval de esa cincuentena de goles en el calcio, Pinilla será el 9 de Chile en Barinas. Cuando Alexis actúa como referente de área, por lo general, pierde influencia, se ve obligado a retroceder, termina enganchándose y el equipo baja su volumen ofensivo. La Roja requiere otras variantes, un jugador calificado en esa función. Por eso Sampaoli le había echado el ojo a Leonardo Ulloa y Marcelo Larrondo. Por lo mismo, Pizzi tenía considerado al ariete de Rosario Central en la última convocatoria antes de que se lesionara de la rodilla derecha.
Pinilla conoce el puesto, tiene casi noventa goles en Europa y muchas ganas de demostrar su vigencia. Alimentado por Sánchez y Orellana puede ser un factor determinante. Es hora de innovar, de que ante la ausencia de Eduardo Vargas Chile apueste por un jugador de sus características. Además, convengamos que Venezuela no intimida, es el equipo de peor rendimiento de las clasificatorias y la Roja tiene la receta para ganar en su terreno.
Pinigol es un entusiasta como pocos, tiene la camiseta pegada a su piel. Si se trata de venir a la selección toma el primer avión aunque las opciones de jugar sean mínimas. Como Palmatoria en Barrabases, lleva años esperando ser el verdadero protagonista de esta historia y, en verdad, nadie puede anticipar que realmente lo será. Lo único claro es que, a esta altura, se merece la oportunidad de jugar un partido completo.