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Colo Colo ha tenido fortuna en este campeonato. En serio. Si no es porque los otros candidatos al título han tenido en tranco irregular, si no es porque tiene un arquero de talla real, el cuadro albo estaría en la mitad de la tabla. Con suerte.

Matemáticamente los albos siguen en una pelea de la cual se bajaron hace mucho rato, futbolísticamente hablando. Ya es tendencia. De los últimos nueve partidos, ganó uno. Llevaba seis partidos sin hacer goles, hasta que Gonzalo Fierro derrotó a Luis Marín, cuando Palestino ya le ganaba 3-0.

Las declaraciones de Julio Barroso y de Jaime Valdés una vez concluido el partido son nítidas. El Pájaro dijo que varios futbolistas debían realizarse un examen de conciencia por lo que habían entregado en los últimos dos meses. El Almirante dijo que enfrentaron a un equipo que sabía lo que quería, cómo hacerlo, frente a un Colo Colo que hace rato es apenas la suma de sus partes, sin un trabajo claro. Habló de la Crónica de una muerte anunciada. Cito textual.

Tras el partido contra Ohiggins, triunfo Celeste de 3-0, escribimos en este mismo sitio. Terminar con la falacia que Colo Colo perdía cuando no jugaban Valdés y Paredes. Falso. Y de los candidatos al título era el que peor jugaba, independiente de si lograba la corona o no. No siempre ganan los mejores, aunque la inmensa mayoría de las veces sí.

Lo de Colo Colo es mucho más profundo que una buena y mala campaña. No es Atlético Mineiro, Independiente del Valle o Palestino. Es la forma de entender un club. De entender una industria. De comprender un deporte.

Aníbal Mosa desembarcó en Macul con una mezcla entre un sentido comercial y un capricho. Tenía el dinero para comprarse Colo Colo y convertirlo en su juguete predilecto. Un reflejo no solo del fútbol que tenemos, sino del país que hemos permitido. En la lógica de Mosa (y de varios dirigentes que se compraron clubes), aplica el mismo sentido, la misma lógica que en sus negocios, la misma de la Costanera Norte, de las Isapres, de las AFP, de la educación: hago lo que quiero, no le doy cuentas a nadie, total, para eso tengo plata.

El fútbol no es ajeno al país, al sistema, a la estructura que nos gobierna. Si aplauden ese sistema para la nación y no les gusta para su club, se cae en una contradicción que algunos consideramos vital. Incomprensible.

Mosa llegó cambiando lo bueno que había, por el solo hecho de ser el nuevo patrón. Es un secreto a voces que contrató nuevos gerentes cuyo rol interno fue espiar a los trabajadores para luego despedirlos. Sumó a un entrenador que no le diría que no a nada y contrató, a la antigua, extremadamente mal. Agustín Farías llegó a Palestino desde Nueva Chicago, Tercera División del fútbol argentino. Fernando Meza llegó a Arica desde San Lorenzo. Matías De Federico juega en el norte. Gastón Lezcano la rompe en Ohiggins. Pero Colo Colo, Universidad Católica, Universidad de Chile, contratan mal en el 80% de los casos hace mucho tiempo. Y la bolsa de jugadores proviene de dos o tres representantes.

Parafraseando al gran Bombo Fica, sospechosa la weá.

PD. No le vengan con cuentos. La antigua administración de los clubes era igual o peor. Colo Colo, por ejemplo, fue quebrado por la horrenda gestión de tres dirigentes. Peter Dragicevic, Gabriel Artigues y Jorge Javier Vergara Núñez. No pescaban a los socios. El club, no era de los hinchas, más allá de los estatutos. Era de ellos. El resto es música. Y mala.