Anoche soñé que Chile era campeón
Anoche soñé que Chile era campeón. Que le volvía a ganar a Argentina en tanda de penales.
Anoche soñé que Chile era campeón. Que le volvía a ganar a Argentina en tanda de penales. Que una selección llena de estrellas, número uno del ranking FIFA, que cuenta entre sus filas con el mejor futbolista del mundo, veía como la Roja se subía al podio de los vencedores.
Soñé que era segunda vez que eso ocurría en menos de un año. Soñé que como hincha, porque yo soy hincha de la selección, tuve que esperar casi 40 años para ver a Chile campeón y que mis hijos lo vieron levantar dos Copas en menos de un año.
Soñé que los que reventaban a Claudio Bravo tenía que tragarse cada una de sus palabras. Porque el mejor arquero chileno de la historia no solo contenía penales en ambas definiciones ganadas por Chile, sino que regalaba una tapada descomunal a un cabezazo de Agüero. Una de esas atajadas de campeonato, de esas que se recordará por décadas. Soñé que reconocían que, simplemente, no saben.
Soñé que Gary Medel hacía un partido enorme después de un grueso error que pudo costar un gol en contra. Soñé que Gonzalo Jara no perdía un solo cruce y menos cuando salía jugando. Soñé que Jean Beausejour pateaba un penal con la calma de los crack. Soñé que Nicolás Castillo, que no había jugado un solo minuto, lanzaba un penal después de que fallaban Vidal y Messi. Y lo hacía. Soñé que el Gato Silva, siempre actor de reparto, pedía patear el último penal. Y lo convertía.
Soñé que Vidal jugaba como el mejor del mundo en su puesto. Soñé que el Chapita Fuenzalida le tapaba la boca a todos. Incluyéndome. Soñé que expulsaban injustamente a Marcelo Díaz, uno que nunca juega mal. Soñé que Charles Aránguiz volvía a demostrar que es uno de esos elegidos. Soñé que Alexis jugaba hasta romperse y lo premiaban como el mejor futbolista del campeonato. Y eso que un colorín argentino decía que era un invento.
Soñé que Eduardo Vargas era goleador del torneo, haciendo más goles que Messi. Soñé que Messi perdía un penal y que cuando lloraba en el banco, eran los jugadores chilenos y no los argentinos los primeros en consolarlo, porque pese a perder un penal sigue siendo el mejor de todos.
Soñé que en menos de un año Chile era campeón. Ahora sin Sampaoli. Ahora sin Jadue. Ahora con Pizzi. Ahora con Salah. Pero con casi los mismos futbolistas que en diez años se han convertido en la mejor generación de la historia.
Soñé que quienes se burlaban de la generación dorada reconocían su miopía ante un equipo que fue tercero en el mundo juvenil, clasificó a dos mundiales seguidos, ganó dos Copa América en menos de un año, las dos a Argentina, las dos con Messi en cancha y que cuenta con jugadores en los mejores equipos del mundo.
Después de eso me dormí.
Soñar con los ojos abiertos es una sensación incomparable. Era demasiado bello para ser cierto.
Pero fue cierto.