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¿Qué te pasó David?

¿Qué te pasó David?
Jorge Flores/Photosport

David Pizarro renunció a Santiago Wanderers. Jugó poco y nada en este segundo ciclo defendiendo a los caturros. Para todos, incluido el propio Pizarro, seguro esta experiencia deja un sabor amargo. El sueño del hincha porteño de ver en cancha a su hijo predilecto quedó reservado a muy pocos y opacos partidos. La pretensión de elevar la categoría del torneo con un futbolista de su alcurnia quedó apenas en una promesa.

Razones profundas debe tener Pizarro para abandonar un sueño que confesaba en todas partes. Volver a jugar por Wanderers luego de ganar la Copa América 2015 parecía ser el cierre ideal para una carrera estelar, con casi quince años en el fútbol europeo. Lo cierto es que Pizarro se cansó. Las lesiones lo maniataron desde el arranque. Un jugador que poseía un altísimo promedio de partidos por temporada en la Serie A italiana, acá se lesionaba demasiado seguido. En su primera molestia, Pizarro se dio de golpe con una realidad que quizás no conocía, pero que debió prevenir: Chile no es Italia. Se quejó amargamente por la falta de especialistas para tratar su lesión. Fue la primera amenaza de que su regreso a la península sería prematuro.

David Pizarro es chileno. Porteño. Wanderino. Pero encontró en Italia su lugar en el mundo. Allí se movía a sus anchas. Su carácter difícil, receloso, algo distante, calzaba perfecto con una sociedad que lo acogió desde los 20 años. Pizarro construyó su familia en Italia. Allá nacieron y crecieron sus hijos. Construyeron lazos que van más allá de una larga estadía. Se convirtió en su verdadera patria.

El porteño tiene un carácter difícil. A los 26 años renunció a la selección y se tardó una década en volver. No hubo caso. Ni Bielsa, ni Borghi, ni la presidenta Bachelet. Nadie logró convencerlo, hasta Sampaoli.

Pizarro fue un vocero importante en el reciente paro de futbolistas. Se enteró de realidades en equipos chicos que son miserables para los profesionales del fútbol. Eso, para un hombre que se desarrolló en una liga donde los clubes funcionan, terminó siendo una bofetada que no estaba dispuesto a soportar. Amenazaron con pasarlo al tribunal de penalidades por decir una verdad que todos conocen: los clubes presionaban a los jugadores más jóvenes, los amenazaban con no pagar sus sueldos si continuaban con la movilización. Otra prueba más que este no era el sitio que él esperaba.

Recibió una oferta de Italia. No del Udinese, la Roma, el Inter, la Fiorentina, equipos que defendió. Del Pescara. Equipo menor, pero de Italia. Y la tomó.

Sin hablar de santos ni demonios, este David Pizarro no era para este Wanderers ni para este fútbol chileno. Una mezcla que jamás cuajó.

Esta la tentación de reventarlo. Decir que sus promesas eran solo palabras cordiales, que sus actos indican otra cosa. Que el fútbol ya no da para sentimientos. Que el ameuterismo y lo conmovedor. Al menos yo no caeré en esta variable. Es una decisión personal que no deja feliz a nadie. Ni al jugador, ni al club ni a los fanáticos porteños.

Lo paradójico es que David Marcelo Pizarro Cortés abandona Santiago Wanderers sin nunca haber convertido un gol en un partido oficial. Ni en su primer ni en su segundo paso por el club. Triste. Solitario. Y final.