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Los Juegos y la política

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Los Juegos Olímpicos son la máxima expresión del deporte mundial. Cierto. Una fiesta que aún mantiene esa dosis de gloria, de honor, que tanto se extraña en estos tiempos en cualquier ámbito de la sociedad. Pero los Juegos Olímpicos han sido, a lo largo de la historia, una plataforma política para que diversas manifestaciones realicen auténticas proclamas.

Los ejemplos son variados.

En 1933, en el que es considerado el peor error de cálculo político de la historia contemporánea, el gobierno de Hindenburg invitó a ser parte del gabinete alemán a un político que ya mostraba un arrastre de masas importante. Se suponía que una vez dentro, Adolf Hitler podría ser controlado por el poder germánico. Lejos de eso y tras la muerte de Hindenburg, el Fuhrer se hizo del poder. Tres años después los Juegos Olímpicos le dieron su primera oportunidad de exhibir el poderío alemán hacia el mundo. Un efecto de propaganda que no podía dejar pasar. En Berlín 1936, Hitler trató de mostrar su doctrina al mundo a través del deporte. En el documental Olympia de Leni Riefenstahl se aprecia buena parte de esta propaganda. Sabido es el incidente con Jesse Owens, el atleta afroamericano, quien ganó cuatro medallas de oro, a quien Hitler no quiso saludar.

El 1968 el tema de los derechos civiles cruzaba la sociedad norteamericana. Por eso en los Juegos Olímpicos organizados ese año en Ciudad de México, los ganadores afroamericanos aprovecharon de alzar la voz y también su brazo derecho, en una señal de orgullo y libertad que se convirtió en universal.
En Munich en 1972, el grupo Septiembre Negro asaltó la Villa Olímpica y asesinó a once atletas de Israel, en la noche más triste de los Juegos en toda su historia. Pese a eso, la competencia se suspendió solo un día.

En plena Guerra Fría, donde Occidente y Oriente se mostraban los dientes a través de EE.UU y la URSS, sus potencias respectivas, ambas naciones disputaron la final en el baloncesto. Fue en Munich 72. En un partido increíble y dramático, los soviéticos ganaron en la prórroga y con una polémica que se mantiene hasta hoy.

Teófilo Stevenson fue uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos. El cubano fue tentado por todos para entrar al ámbito profesional. Pero nunca quiso abandonar su carácter amateur pues creía en la revolución que había encabezado Fidel Castro en la isla. Fue triple campeón olímpico.

En 1980 los Juegos se organizaron en Moscú. Estados Unidos y varios países de occidente se negaron a asistir. Un boicot que fue devuelto en Los Angeles 1984, cuando muchas naciones de la órbita soviética optaron por no participar.
En Barcelona 1992 los catalanes aprovecharon de alzar una bandera que aún enarbolan, la petición de independencia. Los actos oficiales se realizaron en su lengua local.

Así hay muchos ejemplos. Variados. De todo tipo. Los movimientos sociales a menudo se mueven a una velocidad mayor. Y el deporte ha sido un catalizador de esos fenómenos. Por eso algunos creemos que el deporte, en sus diferentes formas, fue el movimiento político más importante del siglo XX.

Y lo sigue siendo.