La Villa Olímpica: McDonald´s, manicura... ¿y preservativos?
El recinto acoge a buena parte de los 11.040 deportistas. Hay colas para comer hamburguesas, peluquería, biquinis ‘verdeamarelhos’...
La palabra crisol adquiere su significado en la Villa Olímpica, donde las blanquitas chicas aussies se tuestan al sol en unas hamacas, el palestino Simon Yacoub pasea orgulloso luciendo el chándal de un país reconocido a medias, los rusos se divierten con lentes de realidad virtual ajenos a sospechas de dopaje y decenas de periodistas de cualquier parte del globo buscan protagonistas en la zona 'mixta' internacional.
La villa, que dio quebraderos de cabeza los primeros días, acoge a buena parte de los 11.040 deportistas de 206 países (sólo de EE UU, 555). Y, claro, es una pequeña ciudad. Huele a McDonald's y en su cola, los atletas de deportes de combate que han debido cuidar su peso se inflan nada más acabar. Es donde más colas hay. Eso, a pesar de que dentro hay un comedor de 200 metros de largo...
Pero también hay banco, oficina de correos, un lugar para hacerse fotos y selfies vestido de reina del carnaval o con el Corcovado de fondo (virtual, por si no hay manera de encontrar hueco para ir). Y supermercado, un pequeño supermercado, lavandería donde destaca el blanco de los judogis, una tremenda tienda para irse cargado de Vinicius (la mascota) al 'módico' precio de unos 35 euros o biquinis 'verdeamarelhos' para cuerpos de infarto (y muchos que no lo son tanto, no se crean).
También tiene éxito el salón de belleza. "¡Vienen mas chicos que chicas, a arreglarse la barba!", explica su responsable. La moda 'hipster' arrasa. Y además es gratis, oiga. Ellas, si hay tiempo, se hacen la manicura con los colores de la bandera de su país. Que hay que salir bien en la foto si se rasca medalla...
Eso sí, todo pertenece a los patrocinadores del COI. Los atletas tiene prohibido, incluso, hacer publicidad de sus marcas personales durante la cita (la famosa regla 30). Y hasta a algún periodista le han hecho poner cinta sobre la marca de la tapa de su ordenador para que nada molestara al fabricante que pone la pasta. Así es el puzzle de la villa, donde todo el mundo se ríe cuando se le pregunta qué pasa con los 42 preservativos que correspondería a cada uno...