¡Directo al mentón!
Paraguay ganó bien. Hizo daño temprano. Y con expedientes que estaban más anunciados que bono dieciochero: un remate de media distancia y un cabezazo tras una pelota parada.
Paraguay ganó bien. Hizo daño temprano. Y con expedientes que estaban más anunciados que bono dieciochero: un remate de media distancia y un cabezazo tras una pelota parada. Se sabía, de antemano, de la pegada de Romero y la peligrosidad de Da Silva en el juego aéreo. Pero la Roja no tomó los resguardos necesarios. Paveó. Y lo pagó caro: dos goles de la Albirroja antes de los 10 minutos.
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Chile reaccionó bien. Fiel a su categoría y el protagonismo acostumbrado. Demoró un cuarto de hora en tomar las riendas del primer tiempo. Cuando lo logró, cayó el empate de Vidal y la Roja, de la mano del volante del Bayern Munich, estableció un claro dominio que no halló recompensa en el arco guaraní. ¿Mereció empatar? En rigor, fue ligeramente superior en el complemento pero salvo un remate de Vargas y un gol bien anulado a Alexis no tuvo ocasiones netas. En los 45 minutos finales el equipo se partió, no tuvo salida, quedó en deuda. Aun así fue mejor que un arropado Paraguay.
Los pecados iniciales de Chile fueron letales. Dos errores graves determinaron la derrota. En el fútbol, un equipo puede tener 10 minutos malos, pero si en ese lapso encaja dos goles, el resultado puede tornarse irremontable. Al cabo, lo peor de la noche guaraní fue el descenso desde el cuarto al séptimo lugar de la tabla. Lo preocupante: una nueva presentación al debe jugando como visita, igual que en Montevideo. Parecida al primer tiempo ante Venezuela.
La Roja es el bicampeón de América, un equipo entrañable, que independiente de lo que pase en el camino a Rusia escribió los capítulos más dulces y trascendentes de la historia del fútbol chileno. Pero hay que tener claro que no va a imponerse con la camiseta. A Chile nunca le sobró nada y ganó lo que ganó sobre la base de una disciplina a toda prueba, de una solidaridad y espíritu de lucha que maravilló al mundo. De rendimientos individuales altísimos y el liderazgo de jugadores clave como Bravo, Medel, Díaz, Aranguiz, Vidal, Sánchez y Vargas. Este contexto, para seguir ganando, no puede cambiar. El equipo de Pizzi no va a vencer a sus rivales por defecto o porque algunos hinchas se crean el cuento. La concentración debe ser del minuto 1 al 90. Y este jueves el arranque fue de terror.
Romero no debió recibir la pelota con tanta libertad ni Roco y Silva perder las marcas en el segundo gol paraguayo. Chile entró con relajo, desorden y predispuesto al roce. Un coctail fatal.
Las clasificatorias sudamericanas son las más difíciles del planeta. Las han padecido potencias como Argentina y Uruguay que en su momento debieron ir al repechaje para clasificar a la Copa del Mundo. Hoy Chile está séptimo, fuera de todo, pero de no mediar una hecatombe debería ganarle a Bolivia y meterse nuevamente en carrera. Ahora, lo más importante, más allá de los números, es que la Roja vuelva a ser un equipo, una fuerza colectiva, no la suma de algunas individualidades. Esa impronta es clave para que Chile regrese donde debe estar: entre los 4 que van directo a Rusia 2018.