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Arcos

Tobar y los Héroes del 62

Armando Tobar.

La muerte de Armando Tobar fue paulatina y dolorosa. Con esa maldita enfermedad que nos ha llevado a seres amados de a poco, con una angustia que nos carcome. Desaparece la memoria, los recuerdos, las imágenes de una vida plena. Pero el cuerpo se queda, aferrado a esta tierra, como queriendo postergar el adiós definitivo.

En los últimos 12 años Armando Tobar no recordaba quién fue. Un héroe del fútbol nacional. Un héroe en Wanderers y la Universidad Católica. Un héroe porque perteneció a un grupo de jugadores y dirigentes que soñaron con hacer un Mundial en Chile. Y lo hicieron. Y lo jugaron. Y se subieron al podio. Una idea que hoy sería una quimera, una absoluta locura. ¿Organizar un Mundial en Chile ahora? Imposible.

El gran mérito de esa generación fue creer en imposibles. Más allá de los resultados, más allá de las falencias o no en la organización, se atrevieron a planear con la vista en el infinito y la creatividad propia de hombres que pensaban en el país mucho más que en los méritos personales. No le temieron al rechazo. Le sacaron la lengua al ridículo. Llegaron con una idea. Organizar un Mundial en el país más lejano del mundo, azotado por el terremoto más feroz de la historia moderna. Y lo consiguieron.

Esos hombres creyeron en un entrenador que tenía una preparación diferente. Lo dejaron trabajar. Por años. No estaban preocupados de los resultados inmediatos, ni los sponsors, ni los derechos de televisión, ni la tajada que podían cortar. Ellos pensaban sólo en llevar la máxima fiesta del fútbol mundial al último lugar del mundo.

Había jugadores enormes. Luis Eyzaguirre fue considerado el mejor lateral derecho del mundo. Hoy valdría millones de dólares. Raúl Sánchez fue el ejemplo en el que se basó Elías Figueroa, el mejor jugador chileno de todas las eras. Eladio Rojas hoy jugaba en cualquier liga. Cualquiera. Jorge Toro se fue a jugar a Italia donde aún es recordado. Jaime Ramírez transitaba la banda derecha hasta hacerla suya. Leonel Sánchez estaría hoy entre los grandes precios del mundo. Alberto Fouillioux habría vendido camisetas como loco y sería ídolo de multitudes. Honorino Landa y sus medias abajo dejaba pasmado a compañeros y rivales. Armando Tobar quizás era un actor de reparto en este grupo, pero no menos importante. Como Manuel Rodríguez, Carlos Campos, Adán Godoy, algunos que no eran titulares pero fueron parte de ese sueño.

No entraré en la discusión si es o no la mejor generación de futbolistas chilenos en la historia. Es inconducente. Estrafalaria. Injusta con la actual generación, que aún puede dar más. Pero por sobre todo no entraré en ese debate porque Armando Tobar y sus compañeros, así como el cuerpo técnico y directivo, son héroes nacionales. Y a los héroes se les respeta. Y jamás se les cuestiona.