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Lágrimas en el cielo

Tears in heaven. Lágrimas en el cielo. Es una hermosa y triste canción de Eric Clapton. Mano lenta la escribió con el desgarro irreparable que le provocó la muerte del menor de sus hijos. Le robamos la letra para escribir sobre el Chapecoense, el modesto equipo que soñaba con ser grande y que un día se fue, con la gloria en sus vitrinas y el recuerdo imborrable de las tragedias más duras. 

Todos los que somos hinchas de un equipo chico soñamos con hacer lo que hizo el Chapecoense. En seis años subió de la cuarta a la Primera División. Pero no solo eso. Clasificó a la final de un torneo internacional. En poco más de un lustro, un equipo impronunciable estaba en todas las bocas del fútbol sudamericano. Demasiado bello. Demasiado perfecto. Los hinchas de equipos chicos no queremos coronas ni trofeos, ni vueltas olímpicas ni portadas de diarios. Queremos hacer historia. Y el Chapecoense hizo historia. 

Conocer las narraciones individuales estremece a cualquiera. El entrenador que confesaba cumplir un sueño y que si muriera mañana lo haría feliz. El futbolista que se enteró que pronto sería padre. El lesionado que no viajó. 

En la década del 40 el Torino de Italia lo ganó todo. Era la base de la selección italiana que jugaría el Mundial del 50. Una tragedia aérea se los llevó a todos. La azurra llevó una formación de emergencia. Muchos atribuyen a eso el estilo de juego cerrado del Calcio. Porque como el gran Torino no hubo otro equipo. 

Dicen que Duncan Edwards iba camino a ser el mejor jugador europeo. Estrella juvenil del Manchester United, falleció en el accidente de Múnich en 1958. Uno de los sobrevivientes fue Bobby Charlton, quien ocho años después llevaría a Inglaterra a su único título mundial y una década después del accidente a los Diablos Rojos a su primer título de Champions. 

En 1987 el avión de Alianza Lima cayó al mar. Sólo se salvó el piloto. Entre los fallecidos estaba Marcos Calderón, técnico que había llevado a que Perú fuera campeón de América en 1975, con Cubillas, Sotil, Chumpitaz, Challe, Oblitas. Colo Colo solidarizó con los Íntimos. Cedió gratis a varios jugadores y formaron una hermandad de clubes que aún persiste. 

Hay más. Green Cross acá en Chile perdió a la mitad de su equipo cerca de Linares. La selección de Zambia. El recuento no es lo importante. Porque la historia del Chapecoense es diferente. Es la historia de un sueño. La victoria del modesto. El anhelo imposible de un equipo chico que hasta hace poco era motivo de burla, de bromas, de parodias. Este año, al clasificar a la final de la Sudamericana, ya había tapado bocas. Ahora se hizo inmortal. 

Chapecoense cumplió su sueño. Se hizo inmortal. Y eso fue antes del maldito accidente que se los llevó a todos. Los hizo por creer que los imposibles se pueden lograr.